¿Estado asistencialista o un Estado de bienestar social?

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Detrás de nuestros pensamientos están nuestras acciones. Podemos fingir las palabras, pero son las acciones quienes nos delatan. Es posible tener contradicciones, pero en las acciones de gobierno, las políticas públicas están conectadas al marco en que concebimos el desarrollo social.

Básicamente hay tres concepciones predominantes: Conservadurismo, liberalismo y socialismo, y la división fundamental consiste en cómo concebimos la función del Estado. 

Para los conservadores su pretensión es que nada se mueva. El Estado se compone de instituciones tradicionales como lo son la iglesia y la familia. Las razones sociales son fruto de una sola voluntad a la que mencionan como Dios y nada se puede hacer contra lo que desde el cielo o el infierno se decide, así que no es de extrañarse que sean centristas y deterministas.

Los conservadores entienden que el mundo funciona por estamentos. En consecuencia, ponen mucha atención en las jerarquías, son capaces de convivir con otras etnias, géneros y culturas, pero guardando ciertas distancias. Conciben el Estado como una entidad compuesta por los poderes de facto, en el que la milicia, la iglesia, la burocracia gubernamental y el capital interpretan la voluntad de Dios.

En el entendimiento conservador no cabe la pluralidad. El Estado es un espacio unido por la religión, el idioma y las leyes. 

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Son proclives al Estado asistencialista en donde se practica la filantropía, lo cual requiere de un poderoso sector con sentimientos piadosos y un sector necesitado, y quienes se encargan de la atención suelen ser las dos instituciones tradicionales per ce, el clero y la familia. El monte de piedad cumple una función y el gobierno es una extensión de la voluntad dominante. En Latinoamérica los años de colonialismo tuvieron esta estructura.

Por su parte, el liberalismo entiende el Estado como el árbitro que entre menos presencia tiene mejor. Se le requiere para que cuide la vida y el patrimonio, razón por la que los analistas políticos le llaman Estado gendarme.

Los liberales tienen mayor aceptación por la convivencia incluyente. El móvil de sus acciones es el dinero, por lo que no tienen inconveniente en convivir con razas, culturas y géneros respetando la libertad de contratarlos con bajos sueldos.

La modernidad es para los liberales una obsesión, y el progreso tecnológico no debe detenerse aunque destruya el medio ambiente, provoque mayor desigualdad, violencia o injusticia.

Para un liberal la voluntad de Dios está en la oferta y la demanda y la interpretación del mundo es simple. Los pobres están en esa situación porque no trabajan o no saben invertir y los ricos porque son muy trabajadores y saben especular. En su visión los que están en una hamaca son pobres por flojos y los ricos son ricos porque juegan golf.

Para palear la pobreza recurren al modelo “focalista” que consiste en localizar en dónde y quiénes afean la vista con su precariedad y el Estado selecciona qué grado de vulnerabilidad debe tener a quien ayuda.

En la sensibilidad del socialismo democrático, el laborismo y la socialdemocracia, los derechos son universales. El Estado lo conforman el territorio, la sociedad y su gobierno. La inclusión debe darse en circunstancias económicamente equitativas, con respeto a la identidad particular, con igualdad jurídica, y la función del Estado de bienestar social es generar armonía social disminuyendo cotidianamente desigualdades sociales.   

En el marco del conservadurismo, los derechos son asunto de sangre; en el liberalismo, los derechos se compran. Y en el Estado de bienestar social, los derechos son inherentes y se adquieren al nacer.

La diferencia entre un Estado filantrópico y un Estado solidario es que el primero requiere de un pequeño sector en posibilidad de otorgar y un estamento mayor con necesidad de recibir; es una sociedad piramidal. 

El segundo es una formación de red en donde entre todos nos ayudamos, en la inteligencia de que quienes tienen salud apoyan a quienes están enfermos, porque cuando ellos o ellas estén enfermas quienes están sanos los apoyarán. 

Es impulsar políticas públicas que dan certidumbre, un círculo virtuoso en donde la infancia es protegida, en la comprensión de que cuando crezcan y estén en las condiciones de madurez, ayudarán a quienes les apoyaron en el momento en que estos ya sean adultos mayores y a la infancia que los releva.

En el pensamiento socialista, laborista y socialdemócrata, algo de uno es para los demás y algo de los demás es para uno. Alejandro Dumas lo describe muy bien en el eslogan de los tres mosqueteros: “Todos para uno y uno para todos”. De este pensamiento surgió el Estado de bienestar social. 

Si echamos un vistazo a los índices de desarrollo humano ajustados por igualdad, encontraremos que los países con mayor tiempo de vivir en regímenes socialdemócratas, socialistas o laboristas son los que tienen la mayor puntuación y han sabido diferenciar Estado de gobierno, ya que, aunque ganen partidos diversos, se ha encontrado el consenso de preservar derechos básicos como políticas de Estado. 

Terminando la Segunda Guerra Mundial las poblaciones no deseaban volver al pasado inmediato. Sabían que las desigualdades habían conducido a dictaduras, producto del descontento con democracias plutocráticas. Además, el temor, considerando que el Ejército Rojo fue el que llegó a Berlín, dio lugar en Occidente a buscar políticas sociales que disminuyan el apetito por el comunismo. 

En 1951, La Internacional Socialista decide dejar de ser una organización obrera y dirigirse a formas de pensamiento, más que a una clase social. Se dirige a quienes están a favor de profundizar la democracia y entiende que a través de políticas públicas se deben equilibrar las desigualdades.

Si reconocemos el derecho a la salud, educación, certidumbre económica y seguridad jurídica, a ejercer una conducta que exprese nuestra identidad, a ser iguales frente a la ley, debemos crear el modelo social que evita la burocracia de seleccionar quién tiene derecho y quién no.

Los gastos de seleccionar son más altos al crear una burocracia asistencialista, que aceptar automáticamente que los derechos son universales y que es obligación general hacerlos valer.     

El tema central son los recursos para garantizar que todos los bienes materiales y espirituales sean para todos. El argumento más común de quienes se oponen al Estado de bienestar es el déficit fiscal, ya que la atención universal implica una logística mayor que la asistencialista o sencillamente ignorar las desigualdades, pero hay que verla como una inversión social. 

En términos políticos, hay rentabilidad económica y rentabilidad social. La primera es fácil de entender: es la ganancia bruta que genera una inversión. Lo que se entiende por rentabilidad social es lo que genera condiciones de una buena convivencia, justicia, equidad social, paz, certidumbre y dignidad. 

Una empresa que supera sus gastos obtiene rentabilidad económica y es su naturaleza. Al generar empleo, impulsa rentabilidad social. Asimismo, al pagar impuestos detona las condiciones de productividad y justicia que promueven rentabilidad social. 

Por René Cervera G.

*Analista político, compositor y representante del Partido Humanista en el IECM. Es autor de los libros Entre el puño y la Rosa (visión de la socialdemocracia), La democracia es una fiesta, Antojos literarios y El sentimiento que nos une.