Sueños que querrás recordar, el Universo de David Lynch (3 de 3)

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En Twin Peaks, de David Lynch, encontramos a más agentes del FBI que desaparecen, otra vez con los cantantes apareciendo en sus películas. Chris Isaak, arrepentido por haber rechazado el rol de Jeffrey Beaumont en Blue Velvet, acepta el del agente del FBI, Chet Desmond, que termina desapareciendo también, para originar la llegada del agente Dale Cooper, protagonista principal en la serie de televisión.

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Lynch, sabedor de los símbolos de la cultura popular, utiliza a David Bowie en su película. Le confiere el papel de Phillip Jeffreys, uno más de los detectives del FBI que desaparecen inexplicablemente en el limbo Twin Peaks.

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Allí Bowie aparece súbitamente en escena sólo para sentenciar que estuvo en una reunión de los bizarros personajes lynchianos, y lo vuelve a decir: “Debo decirles que estuve en una de sus reuniones: Fue un sueño, vivimos en un sueño” y como si fuera uno, Jeffreys vuelve a desaparecer. El filme termina como quizá empezó todo: con un sueño.

La mítica intervención de David Bowie en Twin Peaks: Fire Walk With Me:

Volver al subterráneo
Su quinta película en forma es la indescifrable Lost Highway (Carretera Perdida, 1997). Recientemente Lynch ha declarado que se inspiró inconscientemente por el caso OJ Simpson. Bill Pullman aparece como un músico de jazz que después termina asesinando a su esposa. La película cimentó su fama como ilusionista y embaucador genial.

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En ella se conjuntan las alegorías y marcas personales de su cine: desde la utilización de la banda sonora, a la que llegaron un gran número de músicos como Trent Reznor, David Bowie y Lou Reed, hasta la desquiciante utilización del montaje y tiempo fílmicos.

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Vemos a sus dos heroínas (la misma en realidad) con cabello de distinto color. Aquí la ilusión del cine, de la mismísima Marilyn Monroe, la va a evocar Patricia Arquette, con fondo de This Magic Moment de Lou Reed en una escena inolvidable.

Lo que une esta auténtica Comala lynchiana es el sombrío ambiente de antiguos y trágicos sucesos del negocio fílmico, hoy convertidos en fantasmas que rondan la vida disipada y decadente del jet set; el suspenso, la cámara enfocando la oscuridad, las cortinas rojas y el desenlace impenetrable y hermético.

Más de una década después, a la luz del escándalo de abusos sexuales de Harvey Weinstein, lo planteado por Lynch en Lost Highway comienza a parecer más un escalofriante mensaje cifrado, disfrazado de sueño avant-garde.

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La “fábrica de sueños”, como secta sexual que gira en torno a los caprichos de los poderosos, algo que es análogo a una sociedad corrupta y está muy acorde a una cinematografía que siempre aparece como un universo de perversión oculto dentro de un oído cercenado, encontrado entre las prístinas estampas de pureza del sueño americano; la imagen icónica de Blue Velvet.

Lost Highway comienza la llamada Trilogía sobre Hollywood, mostrando su obsesión por la reencarnación, por La Historia del Ojo de Georges Bataille y por el furor del video, en una trama inclasificable, como la risa de su diabólico personaje, el hombre misterioso (Robert Blake), que bien recuerda al enano panzón y bailarín del universo de Twin Peaks.

Trailer de Lost Hightway:

En 1999, se hace obvio que se tomó un receso creativo y filmó un proyecto por encargo. Producida por Walt Disney, y escrita por Mary Sweeney, The Straight Story (Una Historia Sencilla) cuenta un pasaje de la vida de Alvin Straight (interpretado por Richard Farnsworth), quien recorre las 320 millas que separan Laurens, Iowa, de Mount Zion, Wisconsin, en una cortadora de césped, sólo para hacer las paces con su hermano, a quien no ve desde hace diez años, y que acaba de sufrir un infarto.

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La película es un dechado de estilización. Muestra a un Lynch sobrio, incapaz de meter su visión personal en el tratamiento del material, aunque no falla en mostrarnos la bulímica vida del pueblo quieto sureño de Estados Unidos, y nos guiña el ojo enfocando la línea amarilla en el asfalto, uno de sus sellos personales; nos muestra una casa en llamas y a una mujer que ha atropellado 13 ciervos con el mismo auto.

En el inicio de la película, la cámara se acerca insidiosamente hacia la puerta trasera de la casa de Alvin, en una toma móvil tan inquietante que nos recuerda cualquiera de las realizadas en obras escritas por él. Pero parece que, al igual que con Elephant Man y Dune, no toca el argumento principal; sólo se contenta, en esta ocasión, con mostrarnos las idílicas imágenes del oeste de su país.

Trailer de Straight Story:

Ese año se encuentra trabajando en una serie de televisión para la cadena ABC. Al final, el enfoque de Lynch no convence a los ejecutivos y cancelan el proyecto. Luego los productores Alain Sarde y Pierre Edelman de la compañía francesa Studio Canal, le ofrecen hacer una película con el material ya filmado. El resultado es la segunda parte de la Trilogía sobre Hollywood, aunado a su personal versión de la amnesia, el extravío de la fama y uno que otro desliz más.

Trailer de Mullholland Drive:

Mullholland Drive (Sueños, Misterios y Secretos, 2001) toma el nombre de la carretera que atraviesa las montañas de Santa Mónica y las une con las colinas de Hollywood. Lynch nos muestra esa carretera pérdida que ha presenciado el auge y decadencia de las poderosas estrellas de cine, y las conocidas historias de excesos que han forjado la leyenda negra detrás de la llamada Meca del cine.

La película narra la amnesia de Rita (Laura Elena Harring) tras un accidente automovilístico, y cómo su destino es encontrarse, inevitablemente, con una actriz que suspira por un rol estelar, Betty Elms (Naomi Watts), y el encuentro lésbico es en verdad inolvidable. Extraviada, Rita no recuerda su nombre y opta por ese nombre al ver un póster de Rita Hayworth.

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Todo está meticulosamente planeado para ser otro de los pesadillescos trayectos del autor, evocadores, como nunca antes, de la figura del actor como tragedia viva y del cine negro y sus míticas estampas. Y de nuevo, más de una década después, Mullholland… es reconocida como una de las cintas más influyentes de su década y quizá en lo que va del siglo.

Es como la historia real que se disfraza de ficción fílmica para establecer a su paso el papel oscuro de Hollywood en el mito estadounidense. De pronto Rita no parece un evanescente fantasma, más bien parece una víctima de trata. Es donde los sueños de Lynch se intersectan con las realidades más crudas y dolorosas.

El Hollywood que el autor Naief Yehya describe como “trituradora de carne”(5), y Lynch como “fábrica de sueños” y de pesadillas sin cuento, culmina en un final de poesía inspirador, que sigue motivando ensayos en internet: el telón rojo cayendo sobre la escena final, y la elegante dama, dadora y quitadora de todo, en su palco, despidiendo con piedad las vidas al atolladero con esa enigmática sentencia: “Silenzio”, y después el fondo negro, antes de avanzar los créditos.

Silenzio:

Salto al vacío
Lynch nos muestra en su más reciente cinta en forma, Inland Empire (El Imperio, 2006), el cierre final de la Trilogía sobre Hollywood. El mismo crítico, Yehya, ha escrito muy bien sobre la película:

“Un ejercicio radical que trastoca todas las convenciones del arte cinematográfico” (6). Inland Empire es la región de California que comprende las tres ciudades más antiguas del estado: Riverside, San Bernardino y Ontario; es el nombre que se le da a la periferia rural que se encuentra a escasos kilómetros del glamour de Hollywood: la Norteamérica profunda, fábrica de realidades atroces, a pocos metros de la fábrica de los sueños y de las estrellas.

En esa analogía se centra la historia de Nikki Grace (Laura Dern), que se prepara para su mayor rol estelar y se enamora de su coestelar, Devon Berk (Justin Theroux), no sin desoír que en el pasado un marido celoso había victimado a dos estrellas que se habían enamorado.

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¿En dónde está el límite entre la realidad y la fantasía que nos muestra el cine? Es la pregunta que nos hace Lynch, quien es capaz de mostrarnos un bizarro sitcom llevando como protagonistas a unos demoníacos conejos que todo el tiempo observan cómo los torpes humanos se destruyen en sus dramas de pasión y muerte.

Dern otorga la actuación de su vida, confundiéndonos todo el filme, reafirmando que la realidad es la cosa más difícil de definir en estos tiempos de hiperrealidad televisiva y montajes cinematográficos.

En la era de la sobreexposición mediática y de la posverdad, Inland Empire merece ser revalorada, porque nuevamente en medio de todos los devaneos y confusiones, giros argumentales y visos esotéricos, hay una mujer joven extraviada, hay una víctima de un sistema muy real, una secta sexual esclavista, que reluce una realidad más que clara en la actualidad, a la luz de las nuevas informaciones que en su época no estaban allí.

Inland Empire es el salto al vacío de Lynch. Aquí el yankee insolente reniega de muchos de los estigmas del cine, aunque jamás de su convicción de tratar de entender un poco de lo que lleva adentro a través del séptimo arte, dejándonos con la pregunta en la punta de los labios: ¿Ha sido suficiente Lynch, o aún hay más?

Trailer de Inland Empire:

Tras Inland Empire, Lynch en verdad pareció acceder a un retiro que por casi una década pareció definitivo. Es sólo que la épica secuencia de créditos de la película, en el que su imagen del leñador serrando un tronco (lo que el campirano Lynch cree que es tan estimulante como dirigir cine) parecía una carta de despedida, como irse por lo alto y quedar como mito.

Desde ese entonces, Lynch ha continuado dirigiendo pequeños proyectos, pintando, escribiendo música y formando su propio concepto de TV, que en realidad desde Twin Peaks: Fire Walk With Me, su destino obvio parece la naturaleza episódica de la serie de TV.

David Lynch como músico:

Allá ha ido con su reactualización del universo Twin Peaks, dirigiendo 18 episodios del revival en 2017, que cada vez se asemeja más a uno de esos seriales con lores (mitologías), que ya cualquier producto quiere cargar para generar consumidores de sagas interminables.

Es curioso que David Lynch sea un director famoso entre las nuevas generaciones por un efecto de rebote de realidad, en que sus desquiciantes pesadillas se convirtieron décadas después en una realidad, y eso lo ha traído de vuelta a las discusiones y Lynch ha salido del semi retiro por aclamación popular. El día que vuelva a dirigir una película, quizá se convierta en el acontecimiento de la década. No se puede saber, es el enigma que siempre ha acompañado a este artista.

Tan fascinante es la historia de este creador que nació, como lo ha dicho miles de veces, “en la América profunda”. Es hijo del agujero en el que convergen las fortalezas y flaquezas de su país, mismas que no duda en restregarnos en cara cada que puede.

David Lynch, el insolente hijo de esa nada, ha dado el salto al vacío, y sólo él sabe con qué maravilla nos asombrará a continuación. Algo es seguro: este próximo paso no fallará en hacernos abandonar el cine iracundos ante su petulancia, o de plano caer rendidos -una o dos décadas después- ante otro de sus sueños oscuros e inenarrables.

Fuentes

  1. 5. “David Lynch en la madriguera del conejo”, Naief Yehya, La Tempestad, número 53, p. 34.6. Ibidem

Por Jesús Serrano Aldape

Jesús Serrano Aldape es escritor y periodista, graduado de la UNAM, licenciado en Ciencias de la Comunicación, se tituló con una tesis sobre el Universo Trágico de David Bowie. Le gustan la música, el cine y los videojuegos, el teatro, los deportes y la política, temas de los cuales ha escrito durante 20 años en publicaciones como Trasfondo, Milenio, Replicante, La Mosca en la Pared, entre otras.