Podría jurar que en el inicio de Fulfillment Centre, el protagonista abre la ventana para comenzar con optimismo un nuevo día, hasta que el efecto mecánico y monótono de la máquina invade la canción y ya estamos de lleno en su pesadilla. Es la forma en que el británico Richard Dawson (Newcastle, 1981), nos cuenta la historia de un empleado de centro de abastecimiento de Amazon, canción que parece el epicentro de “2020“ (Weird World Records, 2019), el sexto álbum de este brillante representante de la escena folk inglesa.
Parece obra de oráculos, pero Dawson, que en el pasado álbum Peasant (2017) creó múltiples estampas de vida de la gente común en el medioevo, respetando los metros y la rima de esa época para darle un énfasis especial a esas historias, esta vez tituló su obra más “accesible” con el año que la mayoría querrá borrar de la historia de su vida.
Y Dawson acerca su avezado talento para la observación sociológica a esta época, entregando su música más amable con el escucha, dejando casi por completo sus metros y erudición medievalista para centrarse en episodios y vidas que la descarnada modernidad del siglo XXI ha decidido olvidar.

Así, en Civil Servant disecciona a un servidor público que tiene que entrar a la dinámica de explotar a la población vulnerable; en Two Halves cuenta una historia de infancia yendo a jugar futbol con su padre gritándole: “No eres Lionel Messi, ¡sólo pasa el maldito balón!”; en Jogging, una curiosa anécdota de ansiedad moderna y cómo el personaje la combate saliendo a correr.
Heart Emoji y Black Triangle muestran dos bizarras narraciones sobre personajes alienados de épocas del capitalismo salvaje; y el cerrador Dead Dog in an Alleyway, una estampa trágica de la muerte de un indigente, un broche magnífico a la mística de “2020“.
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Pero en donde radica la pus que retrata Dawson, sin duda es en Fulfillment Centre, que parece invocar a esa máquina en perpetuo movimiento del Mass Production de Iggy Pop, o a el entrañable New Machine de Tuxedomoon, tracks cuya grandeza no le queda lejos, con la voz electrónica como una nube negra sobre la cabeza de nuestro protagonista: trescientas unidades por hora / hora tras hora, tras hora / por favor ajuste su rango de empacado.
La música va manejando la angustia del trabajador, sugiriendo la incansable actividad de la producción en serie y la voz mecánica que le fustiga: ¡incrementa tu productividad!, mientras él se lamenta: mi cuerpo dolorido, pero debo seguir trabajando para alcanzar mis cantidades o me despedirán, todo en una relación que no está exenta de un podrido humor que caracteriza a Dawson desde su primer álbum.
Pero el relato continúa: Estoy desesperado, tengo que ir al baño, pero si voy, perderé mis objetivos, todo lo que puedo hacer es orinar en una botella. Y así sigue el ciclo de esta vida miserable de la época moderna mientras el dueño de Amazon, Jeff Bezos, se convierte en el hombre más rico del mundo y quizá en uno de los hombres más poderosos que ha conocido la humanidad.
No hay nada que quede de mí para cuando llego a casa… para un pequeño desayuno y dormir un poco antes de que todo empiece otra vez, narra nuestro héroe con desconsuelo.
Y el ciclo vuelve a empezar, con nuestro amigo abriendo la ventana, con el sol mostrando un gran día allá afuera, antes de que los sonidos de la máquina y la bien calculada utilización de la música nos meta otra vez a la rutina insoportable.
Una dinámica en que distorsiones, la voz filtrada robotizada, el ritmo repetitivo y las atonalidades convierten el todo en angustia también para el escucha, y la voz de Dawson, apagada y rutinaria, enumera, desangelada, los productos de consumo que el empleado de Amazon tiene que empacar.
PlayStations, Xboxes, Nintendo Wiis, microondas, tostadores, máquinas de expreso. Dawson imita incluso esas tonadas que los trabajadores de una línea de producción tienen que asimilar para entrar en ese maldito ritmo de trabajo que les permita ser productivos y que no los despidan.
El hacedor de Ogre, sin embargo, deja un resquicio para los sueños de esa pobre rata girando sobre la rueda:
Tiene que haber más / Tiene que haber más que matarse para sobrevivir
Y en medio de los mismos coros que sirvieron para expresar su pesar, ahora conocemos un poco de sus sueños, en una pincelada maestra de optimismo de Dawson, incapaz de arrojar al matadero a este pobre individuo (eso lo reserva para el indigente del final del disco): algún día, yo voy a tener mi propia cafetería.
“2020“de Richard Dawson no pudo tener una temporalidad mejor. Retrata exactamente las dinámicas destructivas del sistema capitalista en una época que muchos académicos han sostenido que en realidad no es mejor que la era de la esclavitud; audaces comentarios sociales en la música poderosa de este atípico juglar moderno.