De aquella aplanadora que llegó a ser calificada como la “dictadura perfecta”, según Mario Vargas Llosa, nada queda. Como van las cosas, para el próximo proceso presidencial no tendrán candidato emanado de ese partido. Pero no hay que esperar al 2024 para calificar este momento como el peor de su historia. Hoy solo gobiernan dos estados: Coahuila y Durango.
En el icónico Estado de México, Delfina Gómez tomará posesión en unos días. Tienen 69 curules y 13 escaños. Nada que no se merezcan, porque lejos de aceptar su realidad, la justifican y encuentran salidas en sus números alegres.
Hablar del PRI como una marca es hacerlo desde el estigma de la corrupción forjada por varios sexenios. Eso no se construyó en un día. Tuvieron fallas garrafales contra el pueblo que les dio la confianza. Seamos claros: Andrés Manuel López Obrador no los ha destruido porque le son prácticos para su causa.
Sigue contrastando la corrupción del pasado con la del presente a pesar de que, en tiempos de la 4T, a donde se exprima, sale pus. Y en esas tácticas de campaña nadie le gana a López Obrador, que paradójicamente se formó con los más rancios del tricolor.
La debacle ya se perfilaba desde la elección intermedia del sexenio de Enrique Peña Nieto, cuando el PAN les dio una tremenda sacudida, y un naciente Morena comenzaba a despuntar. Cómo estaría el asunto que esa noche, en una mesa de debate, Ricardo Anaya, presidente de los azules, le dio tremendo baile a un experimentado Manlio Fabio Beltrones. Todos los priistas se sintieron agraviados y a Beltrones no le quedó de otra más que renunciar.
Al sexenio de Peña ya le pesaban los escándalos de la Casa Blanca de Angelica Rivera, consorte del presidente, los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa y la verdad histórica de Murillo Karam, la Estafa Maestra, las frivolidades de varios miembros de su gabinete, y los gobernadores que enorgullecían a Peña Nieto como estandarte de un partido renovado.
Así llegaron a su dirigencia Carolina Monroy del Mazo, Enrique Ochoa, René Juárez Cisneros, Claudia Ruiz Massieu, pero no pudieron en el 2018 contra Andrés Manuel López Obrador. Se fueron a un tercer lugar con más de 9 millones de votos que los sentenció con aquello de que estaban “moralmente derrotados”.
La cosa no está fácil para el PRI de Alejandro Moreno Cárdenas. No tienen otro camino más que una alianza con el PAN y el PRD que ellos no encabezan y que bajo ninguna circunstancia pondrán a uno de sus candidatos, después de los resultados del Estado de México. Uno a uno se ha bajado y Beatriz Paredes ya no tiene la fuerza. Hay que recordar que, en el 2012, cuando quiso la Jefatura de Gobierno, fue borrada del mapa. Qué decir de Enrique de la Madrid, quien carga el estigma de su padre. AMLO lo ha tachado de “conservador”. Fuera de ellos, que todavía no declinan, no tienen una figura y dependen de los panistas.
La pasividad de Alejandro Murat, Alfredo del Mazo, Claudia Pavlovich, Quirino Ordaz y la desbanda en Hidalgo con Omar Fayad, los diputados que ahora son un Grupo Plural Independiente, deben sumarse el grupo disidente de Claudia Ruiz Massieu, Nuvia Mayorga y Eruviel Ávila, encabezados por Miguel Ángel Osorio Chong, quienes ante los fracasos de Alejandro Moreno le han pedido la renuncia, y este se irá hasta la elección de 2024.
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Se desinfla el PRI, un partido que al año tiene de prerrogativas más de 5 mil 500 millones de pesos. El segundo de abordo en “Va por México”, sin candidatos ni liderazgos. Se espera que otros que salten del barco. Eso fortalece al PAN y a sus candidatos Santiago Creel o Xóchitl Gálvez. De aquel partido hegemónico del siglo pasado nada queda… pero mejor ahí la dejamos.
Entre Palabras
¿Fiesta en el Zócalo? Y como dice el arzobispo Cristóbal Ascencio García, de Michoacán: ¿Ni un minuto de silencio para los 159 mil 234 muertos por la violencia del sexenio? Así los humanistas en los tiempos de la 4T.
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Hasta la próxima.