The Batman, un dulce visual, muy lejos de la visión de Nolan

Lanzamiento: 4 de marzo de 2022 (Estados Unidos); País de origen: Estados Unidos; Idioma: Inglés. Director: Matt Reeves; Con: Robert Pattinson (Bruce Wayne/Batman); Zoë Kravitz (Selina Kyle/Gatúbela); Jeffrey Wright (James Gordon); Colin Farrell (Oz/El Pingüino); Paul Dano (El Acertijo).

Duración: 2 horas, 39 minutos.

El Batman de Tim Burton es un recorrido por sus obsesiones de monstruos sacados del expresionismo alemán y la alegoría de que la sociedad engendra los males que le carcomen; el de Christopher Nolan es teoría social alrededor de la necesidad de un tirano (o vigilante) en tiempos de crisis, que deberá retirarse cuando estos pasen, para dar lugar a las leyes y al Estado. El de Matt Reeves es una preciosista y manipuladora estampa de la era de las redes sociales, algo así como un duelo entre influencers.

Es la reactualización del mito, para convertir al personaje “serio” de la DC en una futura mina de oro, con series televisivas basadas en el Pingüino y en el Comisionado Gordon, y un indefinido número de secuelas reales e imaginarias. Y Reeves parece inspirarse en la estética y tempo de los filmes de David Fincher, Seven (1995) y Zodiac (2007), para crear estampas e imágenes que revitalizan a Batman en el plano estético.

Pero mientras Fincher utiliza la estética como vehículo de temáticas tan trascendentes que 27 años después seguimos hablando de ellas, Reeves y Peter Craig no logran cuadrar un buen guion y todo el impecable y perfeccionista soporte visual termina en vilo, con una historia donde su John Doe (en alusión al asesino de Seven) no tiene ningún propósito significativo.

Reeves también comienza el filme fintando, como si su personaje fuera un lumpen social como Rorschach de Watchmen, hasta con la voz en off. Parece un intento de ganarse a como dé lugar una legitimidad ante el mundo comiquero, mostrando que la película apunta y reconoce algunas de las obras legendarias del género.

Otro giño a un planeado Universo de Batman (que rivalice algún día con el de Marvel, al menos en el cálculo de los ejecutivos) proviene de El Pingüino (Colin Farrell), que parece por momentos una versión de Robert De Niro, coincidiendo en ese descarado homenaje en Joker (2019) a la figura de Bobby, en películas como New York, New York (1977) y The King of Comedy (1982).

Parece que la Warner ordenó un greatest hits de la trilogía de Nolan, incluido ese careo entre Batman y el Joker de Heath Ledger en The Dark Knight (2008). Reeves se decanta por un Batman más humano. Es una lástima que no haya nada original; crea un cúmulo de imágenes poderosas, con juego de sujetos y objetos que viajan en el cuadro atravesando planos difuminados, distorsiones de campo y lentes empañados, con múltiples secuencias que se unirán al mito fílmico del personaje por su precisión técnica y su impacto visual. Pero el sustento es débil.

Spoilers sobre la trama

Un EMO* en cada hijo te dio

Una secuencia es impactante e incluye todo el simbolismo del que es capaz la película: un Batman bajándose (textualmente) de las pretensiones de convertirse en “un símbolo”, como es el Batman de Nolan, para aterrizar en la realidad y ayudar a rescatar heridos, víctimas de un ataque terrorista.

Bien dicen algunos reseñistas que es un Batman EMO, oscuro, escondido en las sombras de su cueva, carcomido por su existencialismo. En ese sentido, el discurso de utilizar como tema fetiche de la búsqueda de Bruce Wayne la canción de Something In The Way, de Nirvana (banda existencialista de la generación grunge que hoy tiene 35 y 40 años), no deja de ser una intención de amonestar a la juventud porque pierde el tiempo en sus búsquedas existenciales, en lugar de pisar la realidad, tomar el pico y la pala, y construir la nueva sociedad soñada.

Y el colmo, esa escena en que Alfred (Andy Serkis) se ofusca porque el señorito Wayne va a salir con su trajecito, sin sus mancuernillas. Una idea en que los Wayne deben seguir siendo una especie de casta real en Gótica, en donde su familia, en la realidad, sólo arroja un mendrugo a la sociedad para que no colapse.

Es una propuesta embustera por donde se le vea. Porque si bien El Acertijo comienza su lucha porque quiere revelar “las mentiras” de quienes controlan la sociedad, al final es un Timothy McVeight** y Reeves no deja claro contra qué se rebela. Termina simplemente como un desquiciado que no quiere el sueño americano. Y sus móviles quedan censurados, tal como en la era moderna en que Facebook y las redes estadounidenses censuran todo lo que tiene que ver con Rusia, sin respetar ni a Tchaikovski ni a la literatura rusa.

El Acertijo de Reeves no es más que un tornillo flojo que debe ser retirado del mecanismo y reemplazado. La policía sigue siendo una fuerza confiable (sólo hay unas cuantas manzanas podridas que hay que retirar) y Thomas Wayne, el padre de Bruce, al final sólo “cometió errores” y no es “malo”. En resumen: el sistema no está podrido, sólo algunos de sus componentes, típico de la concepción estadounidense.

Es una manipulación tremenda que prepara al espectador para una secuela. Pero contrario a Nolan, que desde el principio pensó junto con su hermano Jonathan un guion en tres actos, como una gran tragedia griega, Reeves cuenta una historia tan ordinaria y sin un verdadero fondo, que el anticipado regreso del Joker para la secuela no parece tener dirección que apoye el todo como una gran historia en tres partes. Es la entrada a un pretendido universo interminable como el de Marvel.

Billonarios filantrópicos al rescate

Por otro lado, la apuesta de que el altruismo y la filantropía de los Wayne es lo que puede rescatar a la Ciudad Gótica no deja de ser un discurso controversial.

Porque los billonarios al dirigir sus donaciones a ciertas causas también compran legitimidad y, peor aún, disminuyen sus impuestos. Cuando la solución que encuentran muchos estudiosos para que la sociedad mejore es que los billonarios paguen muchos más impuestos y estos se dirijan no a ciertos objetivos afines a esos potentados, sino al desarrollo social planificado por el Estado.

En ese sentido, un Batman, “el príncipe de la ciudad”, como le llama Carmine Falcone (John Turturro), bajándose del pedestal para ayudar a ras de piso, no deja de ser una legitimación del papel de ese altruismo y filantropía, cuando tal vez lo que se necesita es que personas como Jeff Bezos y Elon Musk paguen un ingreso o renta universal para cada ser humano vivo; que paguen impuestos a ese grado.

Tan lejos de Nolan…

Reeves toma como referencia no el Chicago que tomó Nolan, sino el Nueva York moderno, incluso con su constante referencia al Square Garden de Gotham (como Madison Square Garden), y es una ciudad oscura y lluviosa, decadente, la misma sordidez del Joker de Todd Phillips, todo para dejarnos claro que ocurre en ese mismo universo.

Reeves sigue la receta de Nolan, y de los primeros cómics, en el hecho de que Batman no es un superhéroe, es un millonario con un montón de gadgets. Y el director también complace a los que querían ver un traje sin tetillas, a los que querían una secuencia con Batman volando desde un edificio, a quienes querían que el Batimóvil hiciera una aparición espectacular. Los que querían el Batiperro o la Batichica tendrán que esperar.

Pero mientras Nolan hacía a los cinéfilos debatir sobre el concepto de los vigilantes, de porqué en las crisis sí se requiere la suspensión de las leyes; porqué el Caballero Oscuro es un tirano necesario, pero después hay que prescindir de él; y porqué decía el discurso de esos filmes que Harvey Dent, El Caballero Blanco, era el rostro necesario para la sociedad (porque es el poder del Estado Moderno, una sociedad de leyes), el de Reeves pierde dos horas en las bronquitas de personalidad de Batman.

El de Reeves es un concierto de ideas de lo políticamente correcto: la alcaldesa, Bella Reál (Jayme Lawson), es una mujer joven y afroamericana, imagen más acorde con las concepciones de los demócratas estadunidenses, y la crisis es nuevamente el terrorismo desde adentro.

La influencia de los personajes en la era de la posverdad, de los videos y de las redes sociales y su poder, y una catástrofe que se puede interpretar incluso como la pandemia que recién cede en intensidad después de dos años. Un Batman influencer aterrizado a los tiempos que corren, pero que simplemente no parece trascendente como el de Christopher y Jonathan.

The Batman, de Matt Reeves, crea una nueva iconografía, vistosa, preciosista y supremamente tratada para ser un dulce visual como pocas películas basadas en cómics pueden presumir. Sin embargo, la reactualización del mito de Batman tiene una vara muy alta luego de las películas de Nolan, y Reeves no reta en contenido (ni por asomo) esa visión con una propia, que vaya más allá de la imagen impactante. Además, es una película innecesariamente larga.

Ve aquí el trailer de The Batman:

The Batman puede verse por el canal de streaming HBO Plus.

Referencias

* El EMO es una corriente musical y estética que deriva del hardcore punk y del rock alternativo, aunque su sonido es más melódico y lento. Se trata de una apócope de emotional hardcore o emo-core, como referencia a las letras de las canciones (que abordan las emociones y los estados de ánimo). Wikipedia.

**Timothy James McVeigh fue un terrorista estadounidense de extrema derecha, autor del atentado de Oklahoma City, perpetrado contra el edificio Federal Alfred P. Murrah en la ciudad de Oklahoma City, el 19 de abril de 1995. Fallecieron 168 personas y alrededor de 680 resultaron heridas. Wikipedia.

Por Jesús Serrano Aldape

Jesús Serrano Aldape es escritor y periodista, graduado de la UNAM, licenciado en Ciencias de la Comunicación, se tituló con una tesis sobre el Universo Trágico de David Bowie. Le gustan la música, el cine y los videojuegos, el teatro, los deportes y la política, temas de los cuales ha escrito durante 20 años en publicaciones como Trasfondo, Milenio, Replicante, La Mosca en la Pared, entre otras.