Sueños que querrás recordar: el Universo de David Lynch (1 de 3)

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Eran comienzos de 2021 cuando las listas de las películas más influyentes de las últimas décadas daban a una inesperada ganadora: Mulholland Drive (Sueños, Misterios y Secretos, 2001) y es muy curioso, porque para los que vivimos en el momento los lanzamientos de la hoy llamada trilogía sobre Hollywood, de David Lynch, nos parecía que era mejor Lost Highway (Carretera Perdida, 1997), con un soundtrack revolucionario como pocos. Mulholland.., simplemente no parecía tan importante. La historia dijo otra cosa.  

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Era David Lynch (Missula, Montana, 1946) en la cresta de la ola de los autores cinematográficos de la época, el (ya no tan) enfant terrible de la industria que era tan “bueno”, que los productores le daban pequeñas fortunas para que entrara en su laboratorio y saliera con una futura “obra maestra” que escandalizaría.

Observadores atentos apuntaban que en algún momento el idilio se iba acabar, pues Lynch parecía más bien estar haciendo películas para galerías de arte y los “sueños” parecían cada vez más una ocurrencia del artista. 

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Y además parecía tan voluble… Porque mientras estaba haciendo cine, quería ser músico y de música industrial; simplemente su adoración por el trabajo de Angelo Badalamenti en su propia obra era tan seductor, que despertaba en él el deseo de acaparar también ese rubro. Y quería seguir siendo el pintor que nunca fue en forma profesional, porque su enfoque parecía el de uno, dejándose la explicación de la historia para otro momento, concentrándose en los trazos y no en los significados.   

Pero, ¿a la luz de los acontecimientos del escándalo de Harvey Weinstein y Kevin Spacey, han vuelto a ver la otrora hermética de significaciones trilogía de Hollywood?  ¿No parece una suerte de mensaje cifrado sobre este tema? Es donde lo que eran impenetrables sueños y “ocurrencias”, parecen hoy describir una realidad que sólo ha sido entendida con todos sus acentos dos décadas después.  

Pero no pierdan el tiempo con Lynch, que jamás les soltará prenda sobre sus reales intenciones. 

Él está más ensimismado en sus conejos satánicos de sitcom, o pensando cómo extender la mitología de Twin Peaks en su autoexilio de la industria que, hoy es obvio, considera una inhumana maquinaria de carne. “Fábrica de sueños”, no teme decir, que está afincada en las más inenarrables pesadillas. Y por más abstracciones que le quieran endilgar, el enigmático de Montana, como única respuesta sólo hablará en su acento de hillbilly (el cual exagera para efecto, cada que ha salido en su propio universo fílmico), y dejará escapar que lo que más le gusta en la vida es… serrar madera. 

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Así, como en los créditos finales de Inland Empire (Imperio, 2006), donde aparece un simpático leñador serrando madera, mientras a su alrededor las musas de su trilogía sobre Hollywood danzan, como en el más allá. Donde Lynch se revela como un romántico que es incapaz de mandar al otro plano existencial a su Laura Palmer, sin decirle algo hermoso al oído; sin decirle que la ama.   

Sí, es el locuaz que arruinó su “oportunidad” de dirigir blockbusters cuando hizo Dune (Duna, 1984) en una forma tan extravagante, haciendo que Sting (sí, el bajista de The Police), saliera a cuadro con un pantalón y calzón que ponía en peligro su descendencia. Tan inquieto como para permanecer poco tiempo en un sólo lugar, haciendo milagros para convertir historias trilladas de novela negra en auténticos dechados de perfección estética que podrían pender de una galería, y de una subversión que ha atravesado las décadas intacta e indefinible.  

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Eternizando el momento a grados de angustia insoportable, creando su versión de la aversión a lo cotidiano, una que en otros autores ha llegado a ser ridícula cuando quieren aplicar la misma receta.

Lynch es el culpable de que a veces tenga miedo de una habitación y de los objetos silentes bañados en sombras dentro de ella. Lynch es el culpable de que no crea en el american dream y es soberbio, porque no hace que la cultura pop que le dio origen se me haga insoportable, al contrario, con Lynch entiende la contracultura de su país.  

Muy activo en la actualidad, el conjurador ha vuelto y volvemos a estar a su merced, pues estamos a la espera de Unrecorded Night (Noche sin grabar), la próxima serie de Netflix que algunos dicen es la siguiente escala en el universo Twin Peaks

Para ayudar en la angustiosa espera, Trasfondo te presenta a partir de la próxima semana un recorrido, por algunos de los instantes más recordados en el amplio baúl lynchiano.

Una invitación a conocer o revisitar una de las más excitantes filmografías creadas. Quizás así entendamos finalmente el significado de la enigmática dama que nos pide callar al final del teatro de sueño y muerte del provocador de Montana. 

Comienza este viaje el próximo viernes, sólo por Trasfondo. 

Por Jesús Serrano Aldape

Jesús Serrano Aldape es escritor y periodista, graduado de la UNAM, licenciado en Ciencias de la Comunicación, se tituló con una tesis sobre el Universo Trágico de David Bowie. Le gustan la música, el cine y los videojuegos, el teatro, los deportes y la política, temas de los cuales ha escrito durante 20 años en publicaciones como Trasfondo, Milenio, Replicante, La Mosca en la Pared, entre otras.