La perversión doctrinaria nacionalista no es exclusiva de las películas de Marvel, auténticos documentos de propaganda del Destino Manifiesto. RRR (Rise Roar Revolt, Levantamiento, Rugido y Revuelta, 2022) es la versión hindú que supera, y por mucho, al emporio estadounidense, en descarado ingenio y alevosía, una reinvención de la mayoría de las películas de superhéroes en sus tres horas de duración.
Una épica que pretende fundar una nueva tradición, equiparando superhéroes a figuras divinas del folclor, rebeldes contra el gobierno británico y anunciantes de que nunca más estarán subyugados a un imperio, todo por medio de espectaculares bailables y escenas de acción que en verdad quitan el aliento.
Recuerda a Underground (Había una vez un país, 1995), de Emir Kusturica, con su representación de los héroes nacionales de Yugoslavia, exaltando su virilidad, caballerosidad y capacidad para ponerse ebrios (y hacerse pedazos), visto como una característica de los Rómulo y Remo de esa nación.
Bheem (N.T Rama Rao Jr.) es un cazador capaz de pelear contra un tigre y matarlo (no sin antes decirle que lo hace para llevar comida a su mesa), mientras que Raju (Ram Charan Teja) representa inicialmente uno de esos hindúes domesticados con los que el Imperio Británico dominó durante siglos la región.
El historiador Eric Hobsbawn ha escrito que una de las formas en que los británicos sedujeron durante tanto tiempo a los nativos hindúes (a pesar de que no les importaba que murieran por millones debido a las sequías), fue la disciplina y el orden, las insignias militares y el contubernio con élites locales a las que se les otorgaban, ceremoniosamente, condecoraciones y cargos.
El director S.S Rajamouli nos lleva a un nutrido relato de cómo se daba esa seducción, por medio de imágenes muy efectivas, como recrear la Nueva Delhi de 1920, incluyendo la impresión de Bheem al ver las estatuas y el lujo con el que vivía la clase aristocrática inglesa.

Los sets de acrobacias y majestuosas secuencias de acción disfrazan en su espectacularidad y exageración que la película tiene un discurso muy directo. Incluso cuando Bheem y Raju rescatan a un niño de morir quemado en el río, Raju hondea de forma espectacular la bandera hindú con la consigna: Vande Mataram (el himno nacional de la India).
Es como cuando en la película Pearl Harbor (2001) las salas de cine se emocionaban cuando los gringos por fin lograban bombardear Tokio, para concretar ese ojo por ojo; o en la ridícula escena de Roosevelt levantándose de la silla de ruedas.
La dicotomía de fuego (el macho urbano Raju) y agua (el macho campestre Bheem) y todo el espectáculo que envuelve una trama que nunca es otra cosa que extrema ante la crueldad del invasor británico, encarnado por unos realmente malévolos gobernadores, Scott Buxton (Ray Stevenson), y su consorte, Catherine (Alison Doody). La violencia con que todos los villanos de la trama actúan deja al universo Marvel en vergüenza, parece sacada de Game of Thrones.
Es el impacto que parece perseguir el director S.S. Rajamouli, que al menos nunca disfraza su película y sabe pegar desde la primera secuencia brutal, esencial para terminar con cualquier gesto de diplomacia contra “el imperio en que nunca se puso el sol”. Es simplemente una fuertísima madriza a Gran Bretaña, ahora que quieren resucitar sus sueños imperiales, al igual que Francia e Italia. Rajamouli les dice con estilo incomparable: “ni la reina (incluso en una secuencia cae al suelo un retrato de Jorge V) ni nadie, el siguiente imperio será el de nosotros”.

Rama y Rambo
Pero es Bollywood, donde la exageración convive con humor de letrina, donde canciones (súper bien coreografiadas) y fastuosos bailables ponen a los ojos del espectador una versión benigna de la sociedad hindú y de sus tradiciones, aunque consideren a sectores completos de la población como “indeseables”.
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Y si bien en broma, el cineasta llega a hacer un homenaje a Rambo, con todo y flechas explosivas. Lo hace de forma ventajosa, juega con la misma religión y el aspecto de Rama, dios guerrero del hinduismo, con todo y arco, que surge para “acabar con el demonio”, tal como Rambo una vez destruyó, él solito, al “demonio” ruso.
Al final, toda “broma” en RRR lleva un trasfondo político y social bastante serio, que es pura manipulación doctrinaria y no busca más que despertar los instintos nacionalistas de ese país, que en las próximas décadas se convertirá en una de las economías más influyentes del mundo, gracias a su alianza con China y Rusia, y cada vez más lejos de las potencias de Occidente.
RRR es una épica que va tan lejos como querer refundar ideas imperiales del pueblo hindú, de la misma forma en que las telenovelas turcas, con aprobación de su presidente Tayyip Erdoğan, pretenden resucitar a Tamerlán y ese germen de nación conquistadora, tergiversando la historia nacional y dándole nuevas significaciones a los símbolos religiosos en búsqueda de un resurgimiento.
A quien la manipulación propagandista de las ideas del panhinduismo de toda la región del Índico no le importen ni un comino, encontrará que esta película es un espectáculo simplemente difícil de creer, y quizás de superar durante años, que suscitará múltiples debates y ensayos sobre cómo rayos se filmó; un evento como pocos. A los otros, quizá no soporten las tres horas y siete minutos de docta manipulación ideológica.

La puedes ver en Netflix.
Trailer de RRR:
Lanzamiento: 25 de marzo de 2022 (India); País de origen: India; Idioma: Télegu/Inglés; Director: S.S. Rajamouli; Guion: Vijayendra Prasad (historia original); S.S. Rajamouli; Con: N.T. Rama Rao Jr. (Komaram Bheem); Ram Charan Teja (Alluri Sitarama Raju); Olivia Morris (Jennifer); Ray Stevenson (Scott Buxton); Alison Doody (Caterine Buxton); Alia Bhatt (Sita).
Duración: 3 horas, 7 minutos.