Y como están las cosas, al final, el antídoto para no “convertirse por completo en rojo” es la cultura consumista estadounidense; su música producto, cantada por una boy band. Ese es uno de los sutiles mensajes en la película Turning Red (2022), de los estudios Pixar, la primera que es dirigida por completo por una mujer, Domee Shi, y que constituye una cinta anómala de entre las 25 que ha firmado la compañía, propiedad de Disney.
Turning Red cuenta la historia de Mei Lee, adolescente de 13 años que vive dividida entre los cambios hormonales y su deber de hija modelo ante su sobreprotectora madre. En medio de las revelaciones de la edad, de pronto se transforma en un gigantesco panda rojo. La historia está escrita por la directora, con tintes autobiográficos.
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En la cinta, la ciudad juega un papel importante. Está ambientada a comienzos de la década del dos mil en Toronto, Canadá, lugar de nacimiento de la directora. Incluso aparece el Skydome, donde juegan los Blue Jays de Toronto.
Es notable que el filme reitera que los hechos de la película no tienen lugar en China porque, de lo contrario, sería en realidad un filme antigobierno chino y bien podría estar acompañado con una consigna de Free Hong Kong.
Es curioso, pero escenas como aquella en que las chicas (llenas de vida y personalidades distintas todas ellas) están en clase de educación física con el mismo uniforme, parecen sacadas de un entorno de rígida educación en Beijing, o de una de esas ciudades chinas que parecen puntitos en el mapa, pero que tienen millones de habitantes, más rascacielos que Nueva York y autopistas de seis carriles.
Pero es el discurso de la película —que no desatiende el estilo de humor situacional de Pixar, tomando demasiado de las películas de Pete Docter (Monsters Inc, 2001; Up, 2009 e Inside Out, 2015) y quedando convenientemente en medio en sus planteamientos de observación sociológica— una postura en que es tan bueno honrar al pasado, como dejarlo de lado para permitir las libertades individuales, temas que son muy latentes en sociedades como la china y la japonesa en la actualidad.
Pixar parece no prestar atención a que, sin lo rígido de esas sociedades (poner en severa cuarentena a una ciudad de más de ocho millones de habitantes), algo como una pandemia en el seno del país con más habitantes del planeta, esta se hubiera desbordado sin control. Esos matices que se nos pasan “convenientemente” en nuestro juicio hacia esas culturas y sistemas políticos “autoritarios”, no son señaladas aquí.
La crítica en Turning Red, sin llegar a ser filme de propaganda, parece ir directo contra la concepción china de limitar libertades, por eso remachan en que la trama tiene lugar en una nación “occidental”. Es conveniente lavarse las manos de lo que parece un señalamiento antigobierno chino, muy en el fondo.
Sangre menstrual y ¿socialismo?
Para la periodista británica Rose George, en su libro Nine Pints: a journey through the money, medicine, and mysteries of blood, la sangre menstrual aún es considerada por muchas culturas como un tabú, y James George Frazer, el célebre antropólogo británico, dedica todo un capítulo de La Rama Dorada a explicar cómo las culturas han actuado ante ese rasgo de la femineidad.
En Turning Red, Pixar da el salto al vacío al hablar del tema (claro, con la ambigüedad de que, en lugar de una menstruación, se trata de un abrazable panda rojo) en una escena brillante en donde los padres de Mei la aíslan en una habitación, poniéndole un colchón, tal como Frazer describe que las pubescentes han sido aisladas en cientos de casos a lo largo de la historia.
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Pero en el método Pixar, se utiliza el doble sentido del humor para dejar como insinuación el simbolismo del panda rojo como sangre menstrual. El panda, así, es una carga, pero al mismo tiempo un rasgo definitorio del orgullo de esa casta de mujeres de la que Mei forma parte. Audaz en todos los sentidos, no sólo se habla al final de la familia de Mei, sino del género femenino en sí mismo.
La otra vertiente del rojo es más sutil y tiene que ver con la idea de socialismo en Estados Unidos (¡para el estadounidense promedio, Bernie Sanders es socialista!), un discurso en donde al final, Pixar juzga el asunto como si lo ideal fuera ‘no ser tan rojo’, color asociado al socialismo, y permitir el libre albedrío, como cuando el templo familiar revela el secreto del panda para ser más accesible; ambas vertientes son insinuadas aquí.
Todo un tema, en que no se puede ignorar que China ya es la economía número uno del mundo y de acuerdo a su plan Made In China 2025, en ese año será más que claro. Ante las ideas de Pixar de no ser ‘del todo rojo’, no se puede evitar pensar en los entornos reales, pues Pixar siempre lo ha hecho, desde su primer filme, en que obliga a Buzz Lightyear a enfrentar que es un juguete.
Oda al rol femenino
Del otro lado, la película se estrenó en el canal de streaming Disney Plus el 11 de marzo, tres días después del Día Internacional de la Mujer, y en esa dirección están los pasos más importantes que Pixar como estudio quiere dar.
Y lo hace dignificando la personalidad de sus protagonistas femeninos de una forma distinta a las clásicas princesas de Disney (no hacer películas de princesas estaba en el decálogo original de John Lasseter antes de hacer Brave en 2012, cuando la compañía ya había sido comprada por Disney por 7.4 miles de millones de dólares), y en ese sentido, hacen un trabajo encomiable al pintar mujeres tridimensionales, reales (bueno, no se transforman en panda rojo, pero se entiende).
No sólo la generación de preadolescentes de Mei, sino que se pinta con extraordinarios colores de sutileza y humor el pasado de su madre, Ming, el de su abuela y el de su antepasada más prominente, que incluso es adorada en el altar familiar. Casta de mujeres que es una oda al género femenino.
Como reivindicación, algo tardía, de los inteligentes estudios, el hecho que Domee Shi, creadora del corto Bao (2015), que acompañó a Inside Out (2015), y desde ahí brazo derecho de Docter, escriba y dirija; un acontecimiento en sí mismo para el estudio californiano.
Otro horizonte que trasgrede la película con relación a la historia de Pixar, es continuar el crecimiento paralelo a su audiencia, ya de plano en la edad puberta, en donde personajes como Sid y Andy (los niños prototípicos de Toy Story, 1995), ya han crecido un poco y las aventuras que tienen fuera de la infancia comienzan a ser relatadas; un interesante nuevo derrotero para los creadores de Pixar.
La frescura del inicio y la edición de videoclip, le dan un aire de legitimación y aceptación a toda una cultura visual de esta época, con su exposición mediática, como un “aceptémoslo, es lo que hacen nuestras hijas adolescentes”, pero incluso trayendo a la heroína musical de estas épocas, Billie Eilish, una artista reverenciada e influyente hasta en productores y bandas de rock.
Otra de esas películas de Pixar que dejan todo en la insinuación (también vean que es de Disney) y, aun así, una que parecería que Disney por cuenta propia jamás hubiera hecho con esas poderosas insinuaciones. Sus princesas desde hace décadas gritan autosuficiencia, pero en Turning Red Mei no es una princesa, es una niña normal y hacia esa idea de la mujer real va el discurso y es uno muy inteligente.
Turning Red es un dulce de película, se ve la mano guía del humorista más brillante de los Pixar, Pete Docter, aunque como en Luca (2021), parece que a Pixar le faltó ir por todas las canicas y señalar abiertamente como gay la atracción entre Luca y Alberto; acá las observaciones al rojo de la sangre menstrual pudieron ser más revolucionarias. La película, con todo, es un digno integrante de la paradigmática filmografía de la casa Pixar, a pesar de la tutela y ojo supervisor de Disney.