Mujeres y medio ambiente

La primera vez que escribí un diario de campo lo hice sin saber que estaba construyendo el camino de la antropología. Tenía catorce años y viajamos al norte como rigurosamente cada temporada. Yo no sabía lo que hacía exactamente, pero me gustaba observar y llevar un registro de todo lo que notaba en el camino. Me intrigaba reconocer cómo cada espacio tenía sus propias características, como se iban desdibujando particularidades y según la distancia, parecía que en una misma dimensión podrían existir mundos diferentes.

Precisamente en aquellas épocas, descubrí también el fascinante mundo de la investigación, la ciencia se presentaba bajo un disfraz de explorador que estaba ansiosa por conocer. Los Cazadores de Microbios, fue como una ventana que me mostró una especie de universo aparte. Desde entonces aprendí que para que exista lo que vemos, atrás hubo mucho más.

Reconocer y luego nombrar

Estaba tan asombrada por los relatos del microbiólogo, que apenas y pude percibir que siempre hombres con bata blanca eran nombrados en libros, aulas, espacios, programas y la historia en general. Por lo menos yo, tuve acceso limitado a fuentes escritas y dirigidas por mujeres, aunque sabía que existían. Confirmaba este hecho a menudo sobre todo desde que me familiaricé con las ciencias sociales, conocí de cerca muchas mujeres muy capaces, entregadas y con vocación. Hoy, reconozco que a veces es necesario escarbar en las memorias y nombrar. Porque solo haciendo ello es posible circular hacia un camino más justo.

Es por eso que este número es una evocación a las mujeres que han sido parte de la transformación. Una que está sucediendo y que no podría estarse ejecutando sin la participación tan extraordinaria de quienes en la historia, han jugado un papel singular. Las mujeres hemos dado origen a propuestas y acciones que han permitido mejorar condiciones de vida.

Ante ello, se reconoce el ecofeminismo como una pieza esencial en esta transición. Y así, más allá de hacer una revisión teórica alrededor del concepto, es importante reconocer esta corriente de pensamiento y movimiento social, como un hecho que permite el debate. Que ha sido base para que sucedan transformaciones trascendentales.

Ecofeminismo, cuestionar para sanar

De modo que la fusión entre ecologismo y feminismo ha dado como resultado no solo teorías que se reservan para aulas y libros. También lleva consigo una suerte de práctica que según estadísticas y observación, es posible demostrar que el cambio está sucediendo.

Prueba son las múltiples manifestaciones que cada día se intensifican. Y es que no solo son fechas en el calendario que marcan significativos eventos como el 8 de marzo. Época en la que las calles se visten de violeta, se escuchan los gritos y retumban los ecos de mujeres ausentes y presentes, de infancias, de grupos unidos, personas exigiendo derechos básicos, derechos como un medio ambiente sano. Como respeto e igualdad.

Las revoluciones se viven de diferentes maneras, hay quienes toman las calles, sacuden sistemas, cuidan, alimentan, enseñan, comparten, siembran, producen, quienes luchan, hay muchas formas de hacerlo y las mujeres lo estamos logrando. En el medio ambiente no existe excepción y la conexión se está haciendo en algunos casos, cada vez más profunda. Lo podemos ver en diferentes sectores, en ámbitos variados y en escenarios mundiales, Latinoamérica es un gran ejemplo.

Es imperante sanar la crisis ecológica que se vive hoy y desde el ecofeminismo se propone analizar las relaciones de poder y los modelos históricos para entonces, proponer alternativas que impulsen el desarrollo justo e inclusivo que tanta falta hace.

Fuimos todas

Paul de Kruif habló de Los Cazadores de Microbios y Nuria Varela ha hecho pedazos el silencio, nombrando a mujeres que han sido valiosos testimonios para que el mundo se restablezca. Hace un recorrido aludiendo figuras que no se deben olvidar, que como todos esos héroes con bata blanca merecen proclamarse.

Ese conjunto de personajes ha sumado al cambio, y aunque muchas y muchos de ellos no tuvieron el privilegio de ver los frutos de lo que plantaron; incluso si nosotras y nosotros no lo llegásemos a ver, tenemos el compromiso de mejorar porque el futuro es ahora, las generaciones venideras necesitan que actuemos hoy para que mañana vivan mejor.

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En hogares, laboratorios, salones de clase, entre la basura, en las calles y en todo cuanto ocupe un lugar en el espacio estaremos pisando con firmeza, haciendo revolución, conectando el interior con el exterior para impulsar una nueva era. Somos semilla, acción, vida y contención, estamos rompiendo paradigmas, construyendo realidades y no vamos a parar. Cómo gritamos una y otra vez, no somos una, no somos diez, somos un chingo ¡Cuéntenos bien!

Por Sharon E. Miranda Gonsen

Antropóloga social y maestra en Desarrollo Urbano Sustentable. Es especialista en temas sobre residuos sólidos urbanos, basura, consumo y consumo sustentable. Investigadora, activista, divulgadora científica, asesora y conferencista nacional e internacional. Fundadora de Colectivo Sólidos Urbanos (CSU), una plataforma que busca acompañar a la población en general hacía la transición a una vida sin basura. Además de contar con publicaciones en México y Latinoamérica, en 2021 recibió el Premio Estatal a la Innovación con el Colectivo Sólidos Urbanos y ha participado en distintos espacios como el Foro Estatal Gestión Integral de la Basura en Sinaloa, el Foro Empresas Sustentables en la Cámara de Diputados, el Foro Diálogo Nacional sobre empleo verde para las personas jóvenes rumbo a la COP25 en Madrid, España y en la convocatoria Hilando Justicia Climática para la COP26 en Glaswog, Escocia.