Aquí se lo dije hace unos días, el tema del juicio a Genaro García Luna terminó temprano en Estados Unidos y no dio las ocho semanas que tenían previsto para que López Obrador y sus seguidores se regodearan con un triunfo que no les pertenece: encarcelar al colaborador más importante de Felipe Calderón, el villano favorito del presidente.
Insisto, el que deba algo que lo pague, pero todo ese daño lo cometió en nuestro país y López Obrador fue incapaz de llevarlo ante la justicia; ese será uno de sus mayores pecados, porque se convirtió en protector de “la mafia del poder”.
Como siempre le digo, estimado lector, hay que recurrir a las hemerotecas, videotecas, fonotecas, a buscar los archivos de aquellos tiempos, para saber qué hacía cada medio, qué periodistas eran afines al “calderonato”, para que no vengan con tonterías de meter a todos en el mismo costal o estigmatizar a quienes se convirtieron en críticos de un mal gobierno llamado 4T.
En un juicio mañanero fue en lo que se convirtió la mentada visita al búnker, que construyó Genaro García Luna con el beneplácito de Calderón. Un centro de comando para, desde ahí, dirigir la guerra contra el narcotráfico, que se convirtió en una obsesión para el entonces presidente, quien es el responsable de escoger a García Luna como parte de su gabinete.
Que se hacían montajes para presentar a los mafiosos en los noticiarios de mayor rating, claro que sí. Lo mismo hizo la gente de Enrique Peña Nieto con varios casos; es una táctica recurrente en los gobiernos y lo mismo hacen los humanistas, los que ya no espían, pero espían; los que no politizan, pero todo lo politizan para después llamar a los otros hipócritas, calumniadores. Hoy son morenos, pero ayer fueron tricolores o blanquiazules y en un futuro quién sabe para dónde los lleve la búsqueda por el “hueso”.
Es ese afán de hacer una campaña de contraste para que la gente recuerde y decida quiénes fueron o son más corruptos que, por cierto, les funciona muy bien con su gente, no así con las clases medias con las que ya se pelearon.
La marcha para defender al INE debe ser una medición. Se convirtió en una charla entre sus reporteros afines, preguntas a modo, para que luciera el presidente, mientras los otros que no le son afines se quedaron con las ganas de preguntar sobre la estrategia de “abrazos y no balazos”.
Insisto, Calderón es el responsable de haber desatado la muerte, pero Peña Nieto y López Obrador también porque no cumplieron su palabra de pacificar al país. Al tabasqueño le quedan 18 meses en los que no lo va a lograr, así que puros montajes e ideotas de su jefe de comunicación, Jesús Ramírez Cuevas, y en los medios del estado, el otro, Jenaro Villamil, más el propagandista y creador de narco series, Epigmenio Ibarra, y el séquito de youtuberos y bots para cerrar la pinza mediática.
Compañeros que cubren la mañanera me comentan que durante la visita al búnker privó la desorganización en las acreditaciones y las asignaciones de lugares. Además, me refieren que parece que desde antes se sabía quiénes habrían de preguntar al mandatario. El recorrido resultó breve y no pudieron acceder a las áreas neurálgicas de ese complejo; se limitaron a mandarles el mismo video que transmitió en la pantalla de la conferencia “mañanera”.
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Así que resultó mucho ruido y pocas nueces esta visita. Si hay algo indebido deben presentarse las denuncias correspondientes para que actúe la justicia, pero como López no tiene confianza en el Poder Judicial ni en la justicia, prefiere enjuiciar desde el enanismo moral de que “no me vengan con el cuento de que la ley es la ley”. Hasta ahora, puros dichos y en eso se quedan las acciones de su gobierno… pero mejor ahí la dejamos.
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Hasta la próxima.