Los premios de la 4T

Los premios de la 4T

Hace algunos meses comentaba sobre el desprecio y el ninguneo que han sufrido los trabajadores del servicio exterior de carrera, pertenecientes a la Secretaría de Relaciones Exteriores.

Muchos de ellos se han preparado por años, tienen cartas credenciales y han esperado el tiempo necesario, pero esos cargos, como consulados y embajadas, han sido utilizadas por el presidente Andrés Manuel López Obrador y los suyos para colocar amigos, hacer pagos de facturas y premiar a los exgobernadores que se han portado bien con los de la 4T.

Así ha sido el sexenio de los “diferentes”, de los que “no son corruptos” y que privilegian el sometimiento por encima del conocimiento. En la conferencia del viernes pasado, la reportera Judith Sánchez Reyes le gritó al presidente que si Omar Fayad, exgobernador de Hidalgo, se iría como embajador a Israel. López Obrador volteó y dijo que tenía méritos para ocupar esa posición. Desde la campaña que fue perfilando como ganador a Julio Menchaca, se hablaba que Fayad sería premiado con una embajada, parece que sólo es cuestión de tiempo.

En una mañanera de 2020, la periodista Isabel Arvide le pidió a López Obrador publicidad para su medio. La comunicadora siempre ha sido cercana a los mandatarios y tiene acceso a las cúpulas castrenses empoderadas por este gobierno.

A los pocos días fue nombrada cónsul en Estambul donde continúa a pesar de las quejas de trabajadores y filtraciones de audios donde se escuchan los malos tratos. Eso llegó a oídos de López Obrador, pero sólo encontró apapachos y descalificaciones para quienes llevaron el tema.

La polémica ha sido constante como la del historiador Pedro Salmerón, que fue acusado de acoso sexual. La discusión llegó a tal grado que la cancillería de Panamá pidió que no se enviara la recomendación. Desde Palacio Nacional se desestimó el asunto y se habló de una campaña de linchamiento por parte de Denise Dresser y el ITAM. En su lugar sugirió a la senadora Jesusa Rodríguez, quien también se descartó.

La lista de estos malos ejemplos sería larga, pero, sin duda, la semana pasada México vivió uno de los episodios más oscuros y de vergüenza internacional, protagonizado por Luz Elena Bolaños.

Como si alguien le estuviera moviendo los hilos o una mala imitación de una mañanera, la diplomática alegó “ilegalidad” y acusó actuar contra “la ética y la moral”. Se levantó y empezó a gritar “¡No me voy a sentar!”, luego de que su intento de bloquear el aumento al presupuesto de esa instancia no prosperara. Se puede estar en desacuerdo, pero en la diplomacia “la forma es fondo” y se trata de diálogo. Tuvo que ser el representante de Barbados quien pusiera orden en la sesión para calmar a Bolaños.

No se necesita ser un genio para saber que desde Palacio viene la instrucción. En varias ocasiones López Obrador se ha burlado de la OEA y hasta ha mandado a Ramírez Cuevas a que le busque una canción que incluso el Pejelagarto ha cantado con melodiosa voz: “Cómo no me voy a reír de la OEA”.

Esto puede tratarse de otra estrategia para desviar la atención de lo que sucede en el país, ya que suma a la confrontación que trae con la mandataria de Perú, Dina Boluarte, por la presidencia de la Alianza del Pacífico. Ya hasta declararon “non grato” a López Obrador, de lo que se siente orgulloso o por lo menos eso pregona.

Pero ahí queda el encontronazo con congresistas de Estados Unidos, aquello de que España ofrezca disculpas por la conquista y lo más reciente: el pleito que trae con China por el tema del fentanilo.

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Como reza el dicho popular: “Candil de la calle, oscuridad de su casa”. Bien puede aplicar al que tuvo todo para ser un referente en Latinoamérica, el nuevo Simón Bolívar, y que prefirió ser un buscapleitos y nada más… pero mejor ahí la dejamos.

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Hasta la próxima.