Los espiados de la 4T

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Ante la adversidad y escándalos en los que se han metido los de la 4T, hay dos factores muy claros utilizados en la estrategia del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, para salir del paso. 

Primero, tiran la piedra y esconden la mano. Acusan sin pruebas, mienten y engañan sistemáticamente. Segundo, cuando nada les funciona se hacen las víctimas, se martirizan para recitar que son complots de la derecha, son los fifís, son los que perdieron privilegios, los que quieren que regrese la corrupción e inmediatamente después se comparan con Francisco I. Madero. 

El espionaje en el país ha sido una práctica que se arraigó en los tiempos más rancios del PRI. Ahí están los documentos que los comprueban. Se utilizaba al CISEN para obtener información de personajes que consideraban peligrosos para su régimen.

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Con los panistas no cambió la cosa y al regreso de los tricolores desempolvaron la maquinaria. Quizá por eso el gobierno de López Obrador no toca ni con una declaración a Miguel Ángel Osorio Chong, quien fue titular de la Secretaría de Gobernación durante el mandato de Peña Nieto, cuando se desató el caso del software Pegasus que espió a más de 15 mil personas. 

Durante los primeros días del gobierno del Pejelagarto se anunció la desaparición del CISEN. La tarea se la adjudicaron al ex salinista Alfonso Durazo. Ese aparato pasaría a manos de la Agencia Nacional de Inteligencia. 

Luego, como muestra de que las cosas habían cambiado, se desclasificaron expedientes para que el pueblo bueno viera cómo era el control en el pasado reciente del país. Esa era la realidad y la constante cotidiana, tiempos que suponíamos desterrados y para no volver. 

Pero pronto nos mostraron que los aparatos para doblegar al que se pusiera enfrente a la 4T eran las acusaciones desde el púlpito presidencial o las conferencias mañaneras; la fiscalía general de la República, con el incondicional Alejandro Gertz Manero; y la Unidad de Inteligencia Financiera a cargo de Santiago Nieto, quien fue removido por su escandalosa boda en Guatemala, y que hoy ocupa Pablo Gómez. 

Pero la cosa no paró ahí. En ese grupo estaba agazapado Julio Scherer Ibarra, incondicional del presidente hasta hace unos meses. Era el encargado de ejercer el poder y luego se enemistó con el fiscal; esa es la raíz del nuevo escándalo de la 4T. 

La mañana del pasado martes, López Obrador sorprendió con su declaración al decir que los funcionarios del gabinete eran espiados; omitió los nombres. Ante la insistencia de los reporteros, dijo que no había necesidad, pero reiteró que hasta el teléfono del gobernador de Sonora fue hackeado y que le mandaron un mensaje de WhatsApp pidiéndole dinero. 

De ser cierto, estamos ante un Estado que es fácilmente vulnerado, ya sea por sus adversarios, por el crimen organizado o por cualquiera que pueda manipular la tecnología. 

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Por eso no es poca cosa que Gertz Manero se encuentre en el ojo del huracán por los audios donde se escucha referirse a un documento que no debería de tener en sus manos y más con la pretensión de influir en un caso con sus familiares.

Pareciera que está más ocupado en lo personal y sus venganzas que en la procuración de justicia. Claro que la cosa está así porque es solapado desde la máxima magistratura que por cierto muestra que no es tan autónomo del presidente. 

Insisto, estimado lector, si los del gabinete son espiados y lo acepta López Obrador, no hay garantías de seguridad y existe la posibilidad de que la 4T también lo haga… pero mejor ahí la dejamos. 

Entre Palabras 

Marcelo Ebrard ya está en franca campaña rumbo a la sucesión presidencial, el que anda muy activo organizando y haciendo amarres políticos es su amigo Manuel Mondragón y Kalb. ¿Será que ya tiene jefe de campaña? 

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Hasta la próxima.