“Such a lovely noise in the sky”
Steve Gunn/Protection
Other You (Matador, 2021), del guitarrista Steve Gunn, es como dejar entrar el aire a la sala, abrir las puertas y ventanas. Por fin y en ese momento en que salió, parecía un auténtico bálsamo, tras casi dos años de confinamientos.
Gunn de Lansdowne, Pensilvania, Estados Unidos, no acostumbraba tal solemnidad, sobre todo porque de joven era un fan rapero de Filadelfia más cerca de The Roots que de Paco de Lucía. Hizo un nombre como guitarrista de la banda alterna de Kurt Vile, The Violators, y había ensayado en el pasado entregar algo acústico, algo calculado, pero no así.
Es la guitarra en un tono distinto en cada uno de los 11 cortes, pero no tiende jamás al disconfort aural, sino a ese sentir el airecito en la cara, tanto anecdótico como literal, olvidando la figura virtuosa de la que ha sido capaz en el pasado, entrometido en la exploración del concepto de viento musical, con la voz clara como una brisa, a la que responden los instrumentos como si él fuera Eolo, el dios griego de los vientos.
Pero aclaremos, no es el viento de tormenta como el cuarto movimiento de la Sinfonía No.6 (La Pastoral), de Beethoven, no es el viento como tempestad y furia de los elementos. El aire de Gunn es a veces una metáfora, es simplemente que quien no escuche el viento soplar en la música, escuchará el estado de ánimo. Desde el comienzo.
Con los rasgueos de las guitarras acústicas y eléctricas, conduciendo a parajes donde, para no variar, hay más viento; como alguna vez lo llegó a invocar David Gilmour con Pink Floyd en A Momentary Lapse of Reason (1987), es como todo el talento, la técnica impecable, no desperdiciada, enfocada a arpegios que, en esta ocasión, conducen a fáciles pasillos llenos de aire. Es como si fuera, en efecto, un hombre orquesta, con el odre de los vientos, y los manipulara, dejándolos soplar a sus anchas.

Cada uno de los tracks son diversas exploraciones del concepto del aire, como en el tema titular del disco, en que la guitarra de Gunn utiliza de lazarillo el bajo de su comparsa de aventuras Justin Tripp, arrastrados ambos por la ventisca creciente a un grato remolino de guitarras final. O Fulton, con el piano ascendente, y a cada cúspide responde un cuidado transporte de la guitarra eléctrica de Gunn.
Y las flautas, viento divino, de Morning River, con el piano de Tripp, cual destellos guías, que responde cada vez más inspiradamente los fraseos de Gunn, una comunión casi perfecta, con las voces de Bridget St. John, fusionándose con las de Gunn en el momento en que parecen responder al viento. Y los vientos, oh, Dios, los vientos. “Es como el río de la mañana, está más vivo/luego la luz más brillante”.
Quien pierda la relación de contestación que hace el piano a la plegaria de Gunn, se perderá del aire purificado entrando en su interior. “Salva tu vida/ nuestra vida”.
Luego viene la apertura de la compuerta de los vientos, como quien oprime los orificios de la flauta dulce. En Good Wind, las voces procesadas de la divina Julianna Barnwick parecen echar a navegar el navío. Como si los vientos fueran el combustible de la imaginación en este disco, y la navegación se hiciera posible por el solo de guitarra intermedio de Gunn; nada explosivo, sólo busca el relajamiento, el descanso.
Como si los sueños mismos fueran posibles gracias al batir del viento del norte, o del sur. ¿Cuál quieres atrapar esta noche y luego liberar?, parece que el artista te pregunta. Como si cada historia posible del resto de tu vida tuviera un significado distinto en la rosa de los vientos y la canción representara sólo unas cuantas respuestas a esos infinitos viajes. “¿Cuál es el que quieres intentar? Cenizas en el cielo / imágenes en tu mente…”.
Disfruta aquí de Good Wind:
Guardian de los vientos
Resalta así el sentimiento de viaje de On the Way, con la voz y las cuerdas acompañándonos en el trayecto, con la entrecortada guitarra clásica sugiriendo la complejidad de las empresas que te esperan por delante. No es música para languidecer en tu sofá, es música para adquirir buenos aires y volver a navegar de una buena vez.
Por ejemplo, en Protection, un elaborado círculo marcado por el bajo, se va poblando de texturas musicales. Parece puesta en marcha por un aliento divino que todo el tiempo permanece en el fondo, con el sintetizador dibujando… ¿nubes?, quién puede saberlo. Sólo la voz de Gunn y el bajeo relatan la historia, “llamando por protección, y una buena y clara dirección”, contestada con el solo virtuoso de la guitarra eléctrica, como dejando entrar el aire por todas partes.
Es como si la llegada de los vientos fungiera como el agua para limpiar las cuadras del rey Augías, como si la guitarra y el sintetizador hicieran que por fin la rosa de los vientos soplara benignamente, es en verdad un número estelar.

Lo que llaman viento en la jerga: maderas, flautas, clarinetes, oboes, fagot, pero en la imaginería casi matemática de Gunn, es un sentir que recorre la obra de principio a fin. Donde los órganos y su sonido expansivo están creados para llenar la habitación. Incluso cuando la arpista Mary Lattimore se une al concierto de los vientos, su sublimidad sirve para aportar la tranquilidad al natural, otra vez envolviéndolo todo, como el aire.
El instrumental Sugar Kiss puede dar testimonio de ello, con la maraña de los sonidos acumulándose, en una comunión con lo silvano, con los estados ideales y los vientos, viajando de canal a canal auditivo, en ese fenómeno expansivo que, si se repitiera hasta la náusea en una celda de Guantánamo, sería auténtica tortura; pero que aquí, en tus oídos, son seis minutos de beatitud, es un invitar a cerrar los ojos y meditar que no puede ser que este álbum sea tan bueno.
Incluso, sin que lo adviertas, no ha hecho más que transportarte a la puerta de salida, tan etéreamente como llegó a ti. Transportado por los aires, hasta escuchar el último de los sonidos deslizarse, quieres retenerla, como cuando de niño quieres agarrar el viento en la palma de tu mano y acariciar el bello rostro de tu madre con él.
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Al final, la guitarra con floritura española, de Ever Feel That Way, con los organelos de campo de inocencia sesentera en el prado de flores, con el piano adornando tu camino a la salida, en donde el aire quizá no estará tan puro, donde la realidad ajena a tu cámara de vientos benéficos te espera. Sin embargo, los buenos aires de Steve ya habrán limpiado tu organismo. Como diciendo: no te quito más tu tiempo, ahora puedes seguir.
Disfruta aquí de Protection: