El presente y el pasado
Janelle Monáe en The Archandroid (Bad Boy, 2010) es futurista, sí, pero en el fondo con una parte de su corazón en el pasado más entrañable del drama cinematográfico clásico. Con el valor, raro en una primera obra (pero más raro que sea exitosa en ello), de hacer que cada track sea completamente distinto al anterior, tanto en el lenguaje musical, como en el significado de las líricas, que si bien hablan de ese futuro distópico y de Cindi Mayweather (el alterego de Monáe) como una suerte de Rosa Parks del futuro, siempre reafirman una lucha social y sexual de la mujer, en especial de la mujer afroestadounidense en la actualidad.
La obra carga una vibra retro postindustrial, que es difícil siquiera de explicar. Sígase la maniática Come Alive (The War of the Roses), hasta su tremendísimo y largo grito, para entender cómo Monáe interpreta el papel en turno hasta sus últimas consecuencias. Y su llamado a mantenerse viva en esa realidad opresiva, es por ese grito desaforado, su consigna de libertad sobre todas las cosas.

Es pleno y directo, pero a la vez difícil, como no suele ser un primer buen álbum de rhythm & blues y soul, sobre todo cuando Monáe nos engaña con el tono folk en el inicio de Oh Maker, para convertir luego todo, de una pincelada, en un manifiesto soul que enorgullecería a los grandes exponentes del género. Y es romántico, porque, ante todo, Cindi Mayweather quiere amar sin restricción.
Lee la primera parte: Janelle Monáe y el discreto encanto del anacronismo
O Mushrooms and Roses, con su ritmo funk contenido y arreglo orquestal, que cambia por completo con el solo del incendiario guitarrista, Kellindo Parker. La voz robótica de Monáe incorpora otro elemento: le da sensualidad y romance a su androide, una bizarra belleza. Y por ahí va toda su propuesta: su cariz libertario tiene que ver con esa aceptación de la diversidad racial, sexual y política, insinuando todo el álbum, que Cindi es lesbiana y que eso mismo, en un mundo orwelliano, es motivo para temer por su vida, pero también para luchar por ella.
Escucha aquí la muy bowiana Cold War de Janelle Monáe:
The ArchAndroid tiene tantas etapas que es de esperarse que algunas no encajen del todo con el estilo de Monáe y su voz, por momentos, demasiado ala Mary J. Blige, y cuando emerge con sus retratos de hard rock y actitud cyber punk, provenientes del progresivo, es natural sentirse asaltado por una pretensión desmedida.
Como en Make The Bus, donde paga tributo a los grandes exponentes del glam rock, con todo lo que pudo robar, además, de las páginas de George Clinton, pero con el feeling techno-retro de grupos como Erasure y otros íconos del género, por momentos demasiado dispar con el tono esencialmente negro del resto del álbum.
Luego Wondaland la regresa a su fuerte, con su voz multitrack en coro acompañándola en un ambient melódico pleno, auténtico bubblegum pop para una nueva época, pero que acorde a su arrogancia, finaliza con coros de aleluya.
The ArchAndroid finaliza con BabopByeYa, su rendición a las actrices negras del Hollywood clásico, como Dorothy Dandridge (a quien tributaría magníficamente, en el posterior álbum, The Electric Lady, 2013); Eartha Kitt y Francine Everett, que transcurre sus ocho minutos inmersa en experimentaciones sonoras que hacen pensar que su música es cada vez más una forma de cine. No extraña que ahora Monáe esté consagrada casi por completo a su carrera como actriz.
Escucha aquí la cinemática BabopByeYa :
Sólo el inicio de su camino
El primer disco de Janelle Monáe quizá debió ser un poco más corto, y no todos los tracks encajan en su complejo, pero agradecible, concepto de expresar estilos y épocas en cada track, en sucesión cada uno, con una inventiva y sangre fría que en muchos artistas del género sería ridícula y nada recomendable.
Su predilección por lo aparatoso y bombástico sería gradualmente reducida, en los posteriores The Electric Lady y Dirty Computer (2018); la obsesión por estar contando la historia de Cindi Mayweather, llamándoles a sus discos Suites, también desaparece para el tercer disco. Tan inteligentes y complejas son estas obras, que te las guardamos para otra ocasión, aquí en Tónico Sónico.
En The ArchAndroid, cuando Monáe abandona su frenético comienzo, la obra comienza a tornarse cada vez más seria, más pretenciosa y más impredecible. Eso truncará para muchos la continua fascinación por la sinceridad musical llana, energética y directa; un desenfado único, que es donde parece estar la mayor aportación de Monáe a la música.

Y aunque el disco gana en introspección en su segunda parte, señalada por el puente y el inicio de la Suite III, con su fantasmal coro bluegrass, sobreviviendo en un arreglo de cuerdas operístico, pierde hacia el final su encanto más accesible e inmediato y se transforma en un álbum más lento y desafiante, quizá demasiado para su propio bien. Aunque eso sí, el asombro del escucha atento no desaparecerá sino hasta las últimas notas de la fantasmagoría free jazz de BabopByeYa.
Es probablemente dos álbumes en uno, y quizá una buena recomendación para el escucha aventurero, es esperar dos resultados distintos de cada cual. Janelle Monáe entrega en su primer disco una obra por demás ambiciosa y compleja, pero que, por su encanto, distintiva voz y sangre fría de intentar cambiar el mundo con su música, nos rinde de inmediato. Una artista que en verdad no te puedes perder.
A Janelle se le disfruta mejor bailando, ¡zapatellele!: