A Fox se le acabó la espuma de la rabia. Quedó vacío también de la poca cordura que le quedaba. Ya nada lo llena ni alivia, ni el Prozac ni el prometedor negocio de la marihuana o los saludos y felicitaciones pagados en Redes Sociales.
Lo de Fox es la política; es lo único que satisface su espíritu malabarista de hipocresías y banalidades. La única cosa en el mundo que hace feliz al ex encargado del changarro de la Coca Cola es el bullicio de chachalaca que sale de su ronco pecho peludo, y por ello ha decidido «volver» a la política.
Eso de que está preocupado por México… ¡Naaa! Lo que Fox pretende es revivir las pasiones calcinantes de la política escandalosa, de pleito de vecinos, pero como protagonista y no como espectador del chisme repugnante.
Pero para hacer política, se debe ser político. Y para ser político, se debe tener actividad real en la FUNCIÓN PÚBLICA. Es decir, que aquel que aspira a ser político, no lo es hasta que consigue un cargo público.
No hay modo en que Fox «vuelva» a la política sino siendo funcionario público o, cuando menos, como dirigente de su partido, pero ni como líder del PAN se convertiría en político. Los partidos son plataformas, no poseen ninguna clase de autoridad ni ejercicio político vigente y válido. Y llegar a la dirigencia del panucho es mucho menos probable que lograr ser regidor de algún municipio perdido y marginado de Guanajuato.
Otro cartón de Benmorin: Calentando para la carrera ¿Quién es el preferido?
Fox no regresará, jamás, a la política. Seguirá haciendo bullicio en mutismo desde las Redes Sociales.