Los entendidos de la religión afirman que hubo una vez que nuestros ascendentes vivieron en un lugar feliz llamado “El paraíso”. Cuentan que Dios lo construyó como un espacio amable, y viendo que le sobraba barro creó al hombre y continuó la creación. Pero no le pareció justo que él trabajara y el hombre se comiera los frutos y los animales, durmiera bajo un techo natural y viviera en permanentes vacaciones.
Para que el hombre trabajara, de su costilla creó a la mujer, a ver si con la presión de su compañera se ponía a trabajar, y decidió sacarlos, para que entre ambos construyeran su propio paraíso responsablemente. Como lo hace un papá hoy en día.
Así que hoy nos corresponde analizar cómo vamos en la construcción de un paraíso entre humanos y humanas, y qué mejor que hacerlo a principio de año.
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El problema es que Dios no tenía con quién debatir qué entiende como paraíso, pero la humanidad sí.
Hay quienes decimos que después de dormir deliciosamente soñando con el paraíso perdido, despertamos con mayor idea de lo que se debe hacer, con la certidumbre de qué hay para desayunar, bajo un techo que nos protegió amigablemente del clima terrenal.
Sabemos que tenemos que trabajar como Dios lo hizo en su momento, con alegría y convencidos de que estamos haciendo algo bueno para nuestros hermanos, en la inteligencia de que ellos también trabajan para nosotros.
Entendimos que no sólo de pan se vive, así que nuestro paraíso necesita que el afecto esté presente como un energético. En consecuencia, sabemos que el paraíso es un espacio en donde hay música, literatura, bailes, esculturas, cine, cervezas, vino y tristezas que se puedan superar.
Cuando Dios notó que Adan vivía del trabajo del mismísimo creador, sintió que era injusto consigo mismo, y con él, ya que no era bueno hacer criaturas dependientes verticalmente y, ya saben, los mandó a crear un mundo con calidad humana, en donde aceptemos que unos dependemos de los otros, vivamos con dignidad, respetando la voluntad del prójimo, siempre y cuando no sea capricho, con sentido de lo que es justo.
Empezamos mal, ya saben, lo de Caín y Abel… Pero vamos viendo qué tanto nos hemos superado, analizando los países que tienen la mejor puntuación en la búsqueda de nuestro paraíso.
El país que tiene el mejor Índice de Desarrollo Humano es Noruega. Los factores que alimentan esta puntuación son salud, educación, acceso a bienes y ajuste por desigualdad.
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El país que tiene la mejor distribución del ingreso es Islandia. A esta conclusión se llega con una medida que se llama índice Ginés, en el que el 1 significa la desigualdad total y el 0 la igualdad absoluta.
El país que ofrece los mejores salarios es Suiza. A esta conclusión se llega de manera muy curiosa. Hay diversas maneras para afirmarlo, pero el más sencillo es el índice Big Mac que, como ustedes saben, es un producto que se vende en casi todo el mundo. Como es franquicia, en todas partes usa los mismos ingredientes, por lo que la manera de medir el poder adquisitivo del salario es para cuántas Big McDonald alcanza.
El país con mejor índice educativo es Finlandia. Se mide con la calidad y cantidad proporcional del acceso a la educación y en exámenes internacionales.
Si alguien piensa que el dinero es la felicidad, resulta que el país con mayor ingreso per cápita es Luxemburgo.
A estas alturas ya me han de estar acusando de ser Europeísta, pero datos son datos y los pueden encontrar en la información que da la ONU y otras organizaciones a través de diferentes comisiones.
De los diez países con mejor desarrollo humano, ocho son europeos, la excepción son Australia y Canadá.
Existen otros índices que son abstractos como el de la felicidad, que también se atreve a manejar la ONU, y en este rubro reaparece la zona escandinava, ya que la mención más constante es Dinamarca.
Los motivos por los cuales se llega a estas calificaciones son variables, seguro tiene que ver clima, geopolítica, densidad poblacional, cultura e historia.
El denominador común, incluyendo Australia y Canadá, es que son Estados con fuertes políticas de bienestar social.
Hay quienes afirman que la razón del bienestar de estos países está en que han sido colonialistas. En este sentido, deberíamos mencionar a Inglaterra, Francia, España y Estados Unidos, y no está de más recordar que en su momento Londres fue la capital del enorme imperio Victoriano y en sus calles deambulaban cantidad de prostitutas, niños de la calle, personajes como Jack el destripador, y mucha miseria que disminuyó con la aparición del partido laborista al inicio del siglo XX.
Es verdad que hay conductas como la de la banca suiza que no son ejemplares, destacan los países exvikingos que en su momento fueron grandes saqueadores alrededor de Europa, y cabe mencionar la transformación de su conducta ahora que son pioneros en la iniciativa de los derechos humanos.
De igual manera, cabe mencionar que Australia fue un penal y, sin embargo, actualmente tiene uno de los más bajos índices delincuenciales.
Me imagino que a estas alturas ya habrá quién hable del alto número de suicidios en la zona escandinava. Digamos que son países con alta longevidad y los suicidios son entre viejos, que le piden a Dios que respete su voluntad, cuando a su parecer la vida pierde sentido.
Son muchas las circunstancias que dan lugar a estos datos, pero quien esto escribe pone al centro que son las políticas públicas que en estos espacios se aplicaron las que condujeron a estos liderazgos. Es una narrativa histórica en donde Estados son el territorio (la locación), los ciudadanos (los actores) y los protagonistas (el gobierno democrático).
Pero el viejo continente tiene un problema: ha envejecido y existe la tendencia poblacional a tener pocos hijos, dando lugar a la incertidumbre de la pensión, y sin recursos económicos para los viejos no hay paraíso.
Seriamos simplones si dejamos esto último como único problema de Europa, pero nos falta espacio para continuar este análisis.
Por lo pronto, tomemos esto como moraleja para el nuevo mundo. Hay que vivir en un Estado de bienestar social, con hijos e hijas que restablezcan el bono poblacional. Recordemos que la democracia es como hacer el amor, lo mismo debe gozar quien está arriba que quien está abajo, y siempre con la posibilidad de hacer el cambio.