Puede sonar muy simple, pero con esas sencillas palabras, “soy un granjero en la ciudad”, el finado ‘músico de los músicos’, Scott Walker (1943-2019), describe a la perfección lo que fue Pier Paolo Pasolini (1922-1975), punzante escritor, director de cine y poeta italiano, que el pasado 5 de marzo hubiera celebrado su cumpleaños número 100.
Scott describe en esa frase esa alienación que los neorrealistas sentían por los cambios que se operaban en su Italia idílica (hay que decirlo), que pasaba abruptamente de la sociedad campesina a la modernidad que tanto criticó en sus películas Federico Fellini y el mismo Pier Paolo.
Era nostalgia por el pasado, la que hizo a Pasolini adaptar El Decamerón, Los Cuentos de Canterbury y Las Mil y Una Noches para su hoy conocida como Trilogía de la Vida. La idea de Pasolini era que ante el caudal de modernidad y el estado fascista del Deuce —temporalmente adormecido— él prefería mil veces hundirse en un dulce sueño del pasado, con una casi ignorancia del futuro, viviendo al minuto sin más preocupación en realidad que esa: vivir.
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Así, para Pier Paolo era más respetable un sonriente hacendado abusador sacado de Las Mil y Una Noches que un frío y burocrático funcionario de estado fascista, donde todo debe funcionar y tener utilidad. Es la polémica visión de Pasolini, en el fondo un hombre de mentalidad sencilla y campesina que no quería asumir los cambios que trajo la posmodernidad.

Walker al parecer elabora en Farmer in the City (Remembering Pasolini), esta aviesa obertura orquestal de su influyente Tilt (1995), canalizando el sentido de réquiem en nuestra cultura y dándole un énfasis a una historia contada a través de figuraciones, muy al estilo de Scott, en donde las palabras son utilizadas por su sonoridad o simplemente porque le vino en gana a Scott Engel, y no porque, la mayoría de las veces, persigan algún sentido lógico.

Por tanto, hay quienes han querido ver en la canción de Walker una rara extrapolación de versos del mismo Pasolini, una suerte de carta de amor a Ninetto Davoli, el muso inspirador de la Trilogía de la Vida (que aparece en las tres películas siempre como el alma de la fiesta) y el amante de Pier Paolo.

Lo que sí es notable es cómo la teatralidad de la música parece venir del interior, el origen del malestar del alma atormentada de Pasolini, su incompatibilidad con el presente, que lo hacía huir hacia un edén que estaba en el pasado; por otro lado, divinizado, donde la edad media y su oscurantismo eran mil veces preferibles a la frialdad de las doctrinas totalitarias.
Era una fuga desesperada a cuando todo era más sencillo y las vidas no se veían aplastadas por la rutina y la deshumanización del capitalismo que Pier Paolo aborrecía con todo su ser.
Es el talento que posee Scott, para no decir exactamente, pero dejar muy clara la incertidumbre e infierno interior que trajo la abjuración de la vida que hizo Pasolini con su versión a las 120 Jornadas de Sodoma del Marqués de Sade, donde la muerte y el fascismo ganaron al final la batalla que el artista sostuvo toda su vida.
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Esa última película pudo haberle costado la vida al creador italiano, pues poco después del estreno de este filme, que permaneció prohibido durante décadas en Italia, apareció muerto el 2 de noviembre de 1975, en una playa de Ostia.
Walker utiliza su propia forma de relato cuando menciona en los versos los lugares que probablemente trajeron la inspiración a Pier Paolo durante toda su vida, y luego el lugar donde concluyó, en el cierre del círculo perfecto, de la oda de un genio a otro.
¿Paolo, me llevarás contigo?
Fue el viaje, de una vida…
Escucha aquí Farmer In The City de Scott Walker (remembering Pasolini):