Belle: The Dragon and the Freckled Princess (Belle: El Dragón y la Princesa Pecosa, 2021) parece un sentido homenaje del director japonés Mamoru Hosoda a toda la humanidad por haber resistido la pandemia. Luego de esos confinamientos, que en Japón se sintieron especialmente duros, es como apreciar (y atesorar) lo que representa el ingenio y creación de los que la especie es capaz.
Belle cuenta la historia de Suzu, una chica de preparatoria que creció en una aldea en la prefectura de Kochi. Tras la muerte accidental de su madre, cuando Suzu era niña, sufre un trauma, se cierra a la vida y pierde su capacidad de cantar, pero un día crea un avatar en la red social más popular, la U (You, Tú), y se convierte en una celebridad virtual, pues ahí sí puede cantar.
Hosoda, que ya ha dejado huella en Occidente con películas como The Girl Who Leapt Through Time (2006), Summer Wars (2009), Wolf Children (2012), The Boy and the Beast (2015) y Mirai (2018), explora la creación de identidades en el ciberespacio, pero de una forma amable, lejos de las pesadillas cyberpunk que abundan en las imaginerías de algunos de sus ilustres paisanos.
Recuerda a Simone (2002) de Andrew Nicoll por su amabilidad con las posibilidades de la ciberrealidad; menciona de forma grata lo que son las redes sociales, como una posibilidad que permite la realización del individuo a pesar de que la persona virtual no existe.
Aquí no está el conflicto de otras grandes obras de anime entre la tecnología y la naturaleza. Los encuadres e ingeniosos juegos visuales de Hosoda parecen sugerir desde el principio que ambos mundos forman parte del mismo origen: jamás se conflictúan.
Mamoru Hosoda incluso utiliza el fondo de un río como escenario de una conversación y lo muestra tan alienígena como esa realidad de avatares compuesto por 5 billones de usuarios que es la U. El conflicto de naturaleza-tecnología que es una de las grandes obsesiones de míticos creadores de anime, aquí no es una batalla filosófica.
Así, es imposible no encontrar un homenaje no sólo a Hayao Miyazaki y sus princesas autosuficientes, sino también a Lain, de la icónica serie Serial Experiments Lain (1998), de Yoshitoshi ABe, o al finado Satoshi Kon, en la representación de las multitudes en el inmenso estadio que representa a esos 5 billones de personalidades, con todas sus características y diferencias, tal como los bizarros desfiles en Paprika (2006).

Belle y el amor a las princesas de Disney
Hosoda conoció a Jim Kim, que diseñó los personajes de Frozen, durante la ceremonia de los premios Oscar en 2018 y quedaron de trabajar juntos en el futuro; ese proyecto resultó ser Belle. El diseño de Belle, como una combinación de diva del J-pop y princesa de Disney, y la historia con el Dragón, transcurre como homenaje a La Bella y la Bestia, historia adaptada por Disney, del original de Gabrielle-Suzanne Bardot de Villeneuve, publicada en 1740.
Eric Wong, un arquitecto británico, fue comisionado por Hosoda para diseñar la ciudad que representa ese mundo virtual que es la U y este le dio un aspecto de megalópoli con rascacielos surreales, con un predominio de patrones que dan un aura muy tecnologizada a los escenarios en el mundo virtual, pero que se hacen familiares en las transiciones de la vida natural en la aldea de Suzu.
La película es utópica en el sentido de que esos miles de millones de avatares conviven en armonía en una sociedad, que, al estar inspirada por el ser humano, termina siendo todo lo imperfecta que es la misma sociedad real. De inmediato existe el que será considerado por el sistema como un paria, el Dragón, el personaje que Hosoda recrea como si fuera la Bestia de los relatos de Disney. Y un cuerpo de seguridad cuya única tarea es mantener el orden a como dé lugar.
En esta realidad alterna, tú puedes ser lo que quieras, y Hosoda es claro que ese proceso es el que realiza el creador de alguna obra desde principios del lenguaje, sólo que ahora el entorno tecnológico tiene otros códigos. Suzu, que tiene un trauma por haber perdido a su madre de niña, va a la red a canalizarse en Belle, que es una excelente cantante y el mcguffin de la trama es que Suzu también lo es en el plano real.
Parece que Hosoda lo único que quiere con esta película es rendir pleitesía a un número de productos culturales de la época y presentarle al mundo occidental la voz de Kaho Nakamura, quien interpreta a Suzu y canta las canciones en la película, tal como en las obras clásicas de Disney.

Pero la forma en que la película se hace depender de la potencia vocal de Nakamura es de una sangre fría que difiere de las películas que homenajea. El talento musical de Nakamura es una razón suficiente para ver la película.
Por otro lado, la estética limpia que caracteriza el estilo de Hosoda nos envuelve, nos hace creer que los hogares japoneses de una aldea son ordenados, obsesivamente pulcros, como si fueran un hogar de clase alta en el periodo Edo, y es donde se advierte que la película también es una declaración de muy buenas intenciones hacia Japón, luego de la pandemia de Covid-19.
Y una forma de vender a ese país hacia el exterior, algo que ninguna de las películas de Hosoda ha evitado nunca. En ese sentido, es otra idealización de Hosoda, que también funciona como una suerte de propaganda del esplendor japonés idealizado, pero no distinto a la mayoría de series y películas de anime.
Belle es una cinta cautivadora que cuenta una historia muy sencilla, pero la elaborada animación y detalles visuales y el manejar el clímax de la película como la sola interpretación musical de Kaho Nakamura, simplemente la convierte en uno de los instantes más entrañables y enternecedores de toda la filmografía de Mamoru Hosoda.
Belle puede verse en Amazon Prime.
Lanzamiento: 20 de enero de 2022 (México); País de origen: Japón; Idioma: Japonés. Director:Mamoru Hosoda; Guion: Mamoru Hosoda; Con: Kaho Nakamura (Suzu/Belle); Ryo Narita (Shinobu Hisatake); Shota Sometani (Shinjiro Chikami); Tina Tamashiro (Ruka Watanabe); Koji Yakusho (Padre de Suzu).
Duración: 2 horas, 1 minuto.