Babylon, (2022) de Damien Chazelle tiene mucho de Fellini, la secuencia inicial, con los enanos, los fenómenos de circo, la orgía, la cámara en movimiento y los sujetos interpelando directamente, retando al espectador. Esa apertura rinde pleitesía al sentido fellinesco del escenario, de hacer que una escena cotidiana en una época determinada, parezca para el espectador, un paseo por un planeta alienígena.
Es 1926, Brad Pitt encarna al actor Jack Conrad y en el inicio, parece autohomenajear a su Aldo Raine de Inglorious Basterds (Bastardos sin gloria, 2009), luego la cámara dancística en una falsa toma continúa, espera el arribo de Nellie LaRoy, una hiperactiva y hiperkinética Margot Robbie, que se roba la película como si tuviera hambre. Tanto Pitt como Robbie recuerdan sus papeles en Once Upon A Time In Hollywood (Érase una vez en Hollywood, 2019) y eso es ya un gran punto de partida para iniciar el excesivo viaje de más de tres horas.
Pero desde la primera toma, Chazelle nos da en cara con el objeto de su película, muestra al inmigrante mexicano Manny Torres (Diego Calva), limpiando la mierda de los ricos, colectando un elefante para que será utilizado en la bacanalia, esperando paciente en la sombra su oportunidad, una radiografía de Hollywood como la Sodoma que condenó las vidas de tantos y que aun así es una “fábrica de sueños”.

Pero a Chazelle (La La Land, Una historia de amor, 2016; Whiplash, Música y Obsesión, 2014), le interesa el ritmo, crear una suerte de ballet descriptivo de los entornos, (tal como Martin Scorsese); y su editor Tom Cross, hace su mejor representación de Thelma Schoonmaker, pero llevando la cadencia del sketch cómico. Piezas casi dancísticas, que sientan bien al filme porque trasmiten desenfreno y energía, con una cámara móvil que es puesta a punto para no perder detalle de las minucias del entorno, por su cinematógrafo de cabecera, Linus Sandgren.
Sin embargo, la película peca en sus excesos (como la Babilonia histórica, quizá). El dramady avanza poco a poco, pero un espectador atento capta después de la tercera minipieza narrativa, que el director siempre enlaza sus secuencias de eventos y termina con un punchline o remate, como si fuera un sketch cómico que finaliza para dar paso a otra secuencia de eventos que llevará a un resultado similar. Hay mucho del estilo de Terry Jones en The Meaning of Life, El sentido de la vida, 1983).
El valor de Chazelle es pintar a sus sujetos como seres humanos desbordados por sus pasiones, terminando con los tabúes como: ¿cómo vivían nuestros abuelos y bisabuelos?, ¿eran recatados, remilgados? En absoluto, es donde la película dignifica a auténticos cadáveres que ahora sólo podemos ver a través del soporte fílmico y nuestra obtusa mente cimentada en el aquí y en el ahora podría llevarnos a pensar que esas personas no vivieron a todo vapor sus existencias. En qué error estaríamos.
El advenimiento de las minorías
En Estados Unidos no lo tienes todo, pero cuando alcanzas el poder económico y político, ya no importa nada más. Esa es la historia de Manny, el mexicano go getter y del músico negro de jazz Sydney Palmer (Jovan Adepo), que encuentran su oportunidad cuando en 1927, el cine pasa de mudo a sonoro. El fenómeno que originó The Jazz Singer, El cantante de jazz, es representado como un auténtico cisma.

La forma en que Lady Fay Zhu (Li Jun Li), la versión del filme de la historia de la actriz sinoestadounidense Anna May Wong, deja de hacer los intertítulos de las películas de cine mudo es representativa de ese “adáptate o muere” que enfrentan las minorías étnicas en Estados Unidos. Manny y Sydney saben entender su panorama y aprovechar la bonanza, pero para Chazelle son como una extensión de su audiencia y todo el tiempo los rescata de la vorágine de decadencia y depravación y les dice que no pertenecen a semejante aniquilación, por más que se esfuercen en ello. Hasta parece que no quiere que formen parte de la bacanal.
Spoilers sobre la trama
Pero de todas las secuencias que enlaza Chazelle como mininarrativas, una es la película enlatada. Ocurre en la segunda parte del filme, cuando por fin Nellie LaRoy decide asimilarse en la élite, llega a una fastuosa recepción y saluda a todos de beso y ellos la ven con una mezcla de diversión, repulsión y horror, porque su imbécil protocolo ni siquiera es así. Y Manny, por temor a que le digan que es un frijolero y greaser y lo discriminen, dice que es español, y de Madrid.
En otro episodio, Palmer tiene que igualar el color negro de sus compañeros de orquesta para salir a cámara y es obligado por Manny a pintarse la cara para lograr la uniformidad. Es la gota que derrama el vaso para Palmer y le hace abandonar esas dinámicas de destrucción. Los tres son peregrinos en tierra profana y no pertenecen a esos ambientes, mientras que Conrad siente subir la presión, parece el cordero de sacrificio que ya sobrevivió demasiados cambios y no quiere convertirse en el último dodo.
LaRoy, por su parte, es demasiado femme fatale como para perseguir otro destino que desaparecer de forma extrema y Chazelle de da su teatral acto final.
El epílogo, con el regreso de Manny a los estudios muchos años después, es totalmente innecesario. Un final a la 2001, A Space Odyssey (Una odisea espacial, , como una suerte de transmigración del cine como Arca para ser revelada en un futuro muy distante a otras especies. Muy pretencioso, porque paralelo a los extractos de películas ya históricas, en el collage también se colaron (inexplicablemente) las imágenes de Chazelle para este filme.

Babylon pudo ser más corta y con ello hacer más enfático su mensaje de una generación de seres humanos que vivió a tope y que con su entrega, pasión y desenfreno, le dieron sentido y forma a toda una época y que ahora son polvo; mostrando también el lado casi macabro de Los Ángeles de los satanistas y otras linduras. Pero el director se enamora de su propia canción y no sabe parar a tiempo, quiere entregar una épica donde no hay material y alarga demasiado su visión. Sin embargo, es un buen filme.
La puedes ver en la Cineteca y en algunas otras salas.
Ve aquí el trailer de Babylon: