El desarrollo del sur del país es uno de los principales objetivos de la política del presidente, Andrés Manuel López Obrador, desde el primer día de su gobierno. Durante décadas, entidades del llamado norte industrializado aprovecharon el boom petrolero de los yacimientos del sureste que proveyeron la riqueza del país, pero Tabasco, tierra natal del mandatario ostentaba -4 de crecimiento.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), Tabasco, estado donde se edificó la Refinería Olmeca de Dos Bocas, reportó un crecimiento de 11.9% de su Producto Interno Bruto (PIB) entre 2019 y 2021, antes de la contingencia por Covid 19. Mientras el gobernador de Nuevo León, Samuel García, pedía que parte del presupuesto de los estados del sureste se les destinara.
Mejor resumido en las declaraciones del diputado del PAN, Gabriel Quadri, quien escribió en un infame tuit: “Si México no tuviera que cargar con Guerrero, Oaxaca y Chiapas, sería un país de desarrollo medio y potencia emergente…”. Obrador ha resumido esto como “una mentalidad conservadora”, en donde el sureste de la República sólo existía para esquilmarle sus recursos.
El proyecto obradorista para el sur, desde el comienzo, ha sido estratégico. La obra del sexenio, la refinería de Dos Bocas, se ubica ahí porque, en palabras del dirigente, “es un puerto de salida”. Y el Tren Maya une a esos estados del olvidado sureste, con proyectos turísticos, por décadas el “único” encanto de la región.
Los detractores del Tren Maya omiten que este tendrá hoteles en cada estación, de tal manera que favorecerá la integración de ciudades separadas por hectáreas de selva, alejadas de toda posibilidad de desarrollo económico, y serán acercadas al potencial económico del sureste estadounidense.
En tanto, el Corredor Transístmico hace lo propio con el ferrocarril del Istmo, al unir el este de Estados Unidos. La distancia del sureste de México al este de los Estados Unidos, que es “un territorio virgen”, explicó Obrador en su conferencia del 23 de enero, “es poca”, detallando cómo el factor turístico, con el Tren Maya, es una forma en que los millones de turistas que acuden a las playas, también visiten las ruinas arqueológicas y sea el comienzo de corredores económicos prósperos.
Todo el petróleo, que sigue siendo el motor del desarrollo nacional, proviene de las cuencas del sureste: Maloob, Zaap, Xanab, Ku, Xux y el plan ha sido desde el principio utilizar el recurso natural como motor de desarrollo de los mismos estados que tienen los yacimientos y potenciar aún más su principal fuente de ingresos: el turismo y su futura relación con la región del Golfo de México.
¿Agua para Norteamérica?
Reservas ecológicas como la de Calakmul, de 723 mil hectáreas, se unirán por medio del Tren Maya, con las 500 mil de Balam Kin y Balam Kú, para un total de un millón y medio de hectáreas. Compondrían la reserva más grande de México y en palabras de la secretaria de Medio Ambiente, María Luisa Albores, “la reserva para conservación más grande después de la de la cuenca del Amazonas”.
El presidente destacó que pretende que las nuevas generaciones del sureste vivan de la “cultura, de la naturaleza y del turismo”. La economía de Yucatán, Quintana Roo, Campeche, Chiapas y Tabasco, estados por donde pasa el trazado del Tren Maya, está ligada a los ingresos turísticos, pero los proyectos buscan que no sólo sean un puñado de ciudades, sino las entidades completas las que se beneficien.
Las cuencas de Veracruz y Oaxaca contienen el 70% del agua del país, justo lo que hace falta en el centro y norte del país. De hecho, el exgobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón, tenía el proyecto Monterrey IV, que pretendía llevar agua del río Pánuco por medio de un ducto de 502 kilómetros, para destinarlo a la fracturación hidráulica o fracking, que Obrador prohibió por riesgo ecológico.
El agua también es la ambición de las grandes petroleras y emporios industriales estadounidenses y canadienses, un recurso que en las siguientes décadas será más apreciado. A lo largo del sexenio de López Obrador, México se ha convertido en el principal socio comercial de Estados Unidos, una relación ineludible por la situación geopolítica, la historia y la composición de las dos sociedades.
En resumen, México apunta no a América del Sur, cada vez más dominada por la economía de China y por el líder regional, Brasil, sino a la esfera de América del Norte: “Hacia California, Texas, Arizona, esto es, los límites de nuestros estados de Chihuahua, de Sonora, de Coahuila, toda la relación está hacia acá, toda nuestra relación económica, sobre todo California, Arizona y Texas”, apuntó AMLO.

Sacar al sureste del olvido
California, hogar de las empresas de Silicon Valley (cuyos ingresos son mayores que el de muchos países), de la industria del entretenimiento, y que en breve será la cuarta economía mundial, es la primera de Estados Unidos; Texas es la segunda y Arizona la 18, pero evoluciona rápidamente.
“En términos económicos y comerciales, la costa este es virgen. Y de aquí a aquí (sur de Estados Unidos-Costa del Golfo de México), hay poca distancia, esto es lo que le dará al futuro vida con el Transístmico y con el Tren Maya y todo el desarrollo de esta región del Golfo”, explicó Obrador. Y adicionalmente, en las tres, pronto hará falta lo que al sureste le sobra: agua.
En el cálculo de Obrador, todo el esplendor turístico de las regiones mayas, unidas por el Tren y los proyectos de infraestructura que buscan llevar el desarrollo al sur de la República Mexicana luego de más de 40 años de abandono, buscan crear un inmenso centro de desarrollo compartido que involucren los estados del sureste con tres de las economías más poderosas, no sólo de Estados Unidos, sino del mundo.
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En Phoenix, Arizona, muchos analistas ya presagian incluso el desarrollo de un segundo Silicon Valley, dada la proliferación de compañías de tecnología en la ciudad. De tal forma que se busca unir las paradisiacas playas del sureste, sus sitios arqueológicos y reservas ambientales, en un circuito no sólo turístico, sino que asegure la proliferación de la industria energética y vías férreas.
De esa forma, se mantiene y potencia no sólo el prestigio turístico del sureste (añadiendo inesperados destinos a esas rutas turísticas y con ello desarrollo social y económico para regiones enteras), sino que se refuerza la importancia de las rutas y proyectos energéticos, haciéndolas parte del desarrollo, no como recursos a saquear, sino como elementos de un inmenso corredor del Golfo de México.
Ese es el proyecto de López Obrador: la creación de un gigantesco corredor turístico del Golfo de México. En Estados Unidos ve a un socio, no un protectorado o colonia. Esa es la gran diferencia, que al fin podría llevar prosperidad al sureste.