Muchos les dicen con desprecio acarreados, y es correcto en muchos casos, pero quien diga que todos lo eran, está equivocado. No tiene ni idea y la historia dice que lo van a lamentar.
Es la mañana del domingo 17 de abril de 2022. Se discutirá durante todo el día si pasa la Reforma Eléctrica en la Cámara de Diputados. Afuera del recinto, el sol cae a plomo, parece un encore del salvaje sábado de gloria anterior, con sus temperaturas récord.
Un medio día sofocante, en que los fariseos de púrpura vienen gritando tras del reportero y camarógrafo de Milenio: “¡Fuera chayoteros, fuera chayoteros!”. Una señora enardecida, incluso intentó pegarle con su bandera de papel de México al reportero, mientras hacía su enlace. Ni se dio cuenta. Otros se plantaban en frente de la cámara con sus pancartas y el operador alzaba el aparato para intentar no captar las proclamas escritas.
Dos recorridos, en que el reportero y su camarógrafo intentaban seguir con su asignación ante el desprecio de, bueno… todos. Los gritos de los manifestantes, que ingenuamente intentaban arruinar la transmisión (quizá en vivo) del canal; la presencia de múltiples ciudadanos en su papel de cadeneros, mostrándole la salida a los no convidados a la fiesta.
Y cerca, el templete y una procesión de oradores resaltando el despojo de los bienes nacionales y el entreguismo histórico de la derecha. Y en ese acto, recordaban grandemente las manifestaciones de repudio contra Felipe Calderón cuando éste ya era presidente “espurio”: sólo palabras que al final fueron inútiles en lo práctico.
Sólo para reconfortar ante ese trágico recuerdo, las proclamas, el entusiasmo de muchos de los presentes, diciéndose que la sociedad “ya cambió”, que “ya está muy politizada”, que ya “no dejará que nos roben otra vez”. Pero la imagen de la Roqueseñal en una pancarta cercana, era un pésimo augurio.
En el templete, apurado, Gerardo Fernández Noroña, diputado del Partido del Trabajo, utilizó unas frases más picantes que las que utilizó en el pleno, pero al final, dijo lo mismo: “La oposición acaba de firmar su muerte política” y que les daban en bandeja la elección de junio próximo e incluso la de 2024. Y encendió el ánimo de las miles de almas que a esa hora luchaban por resistir el calor.
Éxodo y resurgimiento
La lentísima sesión de la Cámara, que desde el lunes pasado ya se sabía en qué terminaría. ¿Gente perdiendo su tiempo? Pregúnteles a los vendedores que aprovechan para ofrecer sus Amlitos de la Revocación, que no se alcanzaron a vender el día que perdió 15 millones; las tazas, las playeras, los llaveros, los muñecos de cerámica, plumas, juguetes, libros, gorros, bolsas; tanta mercancía, que parece que El Chapucero, ese youtuber que antes era priista, llegó a poner su puesto o algo así.
¿Canonización inminente al macuspano o un futuro de fallido rockstar? Para la ancianita que resiste sentada en su sillita armable, mientras su hija le sostiene una sombrilla para atajarle el sol, sí, sin duda lo primero. “Es un honor estar con Obrador”, canta la jovial señora y un montón de personas a su alrededor se enternece y le sigue a coro.
A un lado, un grupo, ya fustigado por el hambre, come de los toppers, en el suelo, ahí en el rincón, esquivando a personas en su paso, presagiando que será una jornada larga, cuando a la bancada de Morena se le ocurre exigir que Margarita Zavala se excuse de votar porque su esposo, Felipe Calderón, recibe dinero de Iberdrola. Afuera, el apoyo fue rotundo: “¡Chingas a tu puta madre Margarinflas!”, se escucha a un entusiasta de la picardía nacional.
Pues eso retrasó cuatro horas la sesión, en que el timing estaba preciso para darle una formidable paliza a la 4T, “en nombre de México”. Horas transcurren, el sol devora, algunos reposan extenuados en la carpa destinada para las víctimas de la insolación. Es momento que desde la misma Cámara, como apiadados del sufrimiento a sus puertas, emergen paquetes y paquetes de botellas de agua. La gente las recibe y las toma en un instante, está al tiempo, pero hoy no es una mentada.
A un lado, un simpático abuelito sostiene un altavoz mientras recuerda para algunos jóvenes atentos a su hipnótico fraseo, instantes de la historia que presenció y que se repite, “con estos entreguistas y antimexicanos”. Más allá, algunos manifestantes agotados descansan a la sombra de las vallas del recinto legislativo, mientras siguen en sus celulares las ponencias. Uno ya puso mejor una cumbia.
Así, entre canciones de protesta, el espectáculo de la humanidad de todos los presentes, los colores, olores, y diversidades; en el sol, fundiéndose en las ropas, pidiendo aire y buscando con nerviosismo el baño más cercano, con múltiples casas haciendo su agosto en ese menester.
Pero hoy, aquí, todo parece una lucha inútil. “Jamás seremos suficientes, no lo fuimos en 2006”, dice alguien que parece desesperado por el irreal calor. Al lado, una persona remata: “Todo México debería estar aquí, ¿porqué no están?”, se pregunta, mientras sorbe de su raspado de mango.
Otra más de esas banderas de Morena, con su guinda atroz, surca agitada a la espera interminable. Algunos con ingenuidad todavía piensan que Alito y el PRI se arrepentirían en el último momento, invocando un milagro de domingo de resurrección. Otros estaban ahí porque pensaban que el momento sería tan importante a futuro como lo fue el desafuero de López Obrador en 2006 y las concentraciones que originó, y en lo que terminó todo.
Otros más se unían a una actividad cívica normal, escuchando con paciencia a los oradores en el templete, explicando con lenguaje sencillo la Reforma Eléctrica, mientras se abanicaban con algún folleto. Pero la realidad es que estarán por horas antes de desesperarse e irse. La manifestación en sí pudo ser un “vivir para luchar otro día”.
Muchos comienzan el éxodo, algunos prefieren ir a la sombra a recobrar ánimos. El sol ya terminó con la resistencia de muchos, se desperdigan por la calle Emiliano Zapata como apóstoles de poca fe.
Todos los presentes somos juguetes de algo que parece una sin razón, convocados a una lucha que hoy, aquí, es inútil. Mas dicen que la historia es cíclica. Cuando ya las fuerzas se pierden, con el sol en un último intento por hacernos desfallecer, llegan más contingentes de manifestantes, bañados en sol; parecen alimentados por una irreal potencia y fuerza vital.
Y hasta un grupo de motociclistas que motivan a que más de uno saque su celular para tomar la foto. ¡El júbilo vuelve!, los tambores suenan otra vez, más cantos de protesta. Nueva sangre, pero la misma cruz, formada de fotos de vende patrias incrustados en nuestro entendimiento.