En la Guelaguetza la música se lleva en el corazón

En la Guelaguetza la música se lleva en el corazón

Tras dos años de ausencia en que la música se escuchó sólo a través de altavoces y monitores, este año, ya con la Guelaguetza organizada de manera presencial, los asistentes podrán deleitarse con la música oaxaqueña en los diferentes espectáculos en vivo que se presentarán del 25 de julio al 1 de agosto.

El evento cultural más importante del estado, que presenta el folclor de los pueblos de las ocho regiones de Oaxaca, representados por 60 delegaciones, regresa con bombo y platillo, ya que la música oaxaqueña se ha labrado un lugar en el corazón de los espectadores y es un ingrediente fundamental de esta fiesta anual.

Las Mañanitas a la Virgen del Carmen, en los lunes del Cerro, dan el banderazo de salida al festival donde la música une todos los extremos de la expresión de los pueblos. Basta ver, el día del desfile, a las coloridas delegaciones de los municipios, precedidas de su propia banda local, con música que inspira los bailes de las comunidades.

Y mientras pasan por las calles de la otrora Verde Antequera, los espectadores se van rindiendo ante el encanto de las notas. Cantos mágicos de la hermosa sierra mazateca; sones que no son otra cosa que sacramentos de espiritualidad convertidos en música para que todos se deleiten, sin importar credo o ausencia de él.

Allí estará en un altar de devoción la Flor de Piña y la Flor de Lis, tal como las flores que algunas danzantes lucen en el cabello. Es una explosión de colorido y música que se disfruta a cada paso que dan los marchantes, a ritmo de tambores y vientos; la música de la Guelaguetza está hecha con aires y latidos, como los de su corazón.

No importa si el músico, en ocasiones niños muy pequeños, se saltó una nota o no respiró bien con el diafragma, es la sensación de banda marcial, que se deja arrastrar y que nos engulle y nos invita a caminar. Sones que están ahí desde 1944, que se dejan escuchar en todas partes de la cubierta en neblinas místicas Huautla de Jiménez. Las canciones que seguro inspiraron muchos de los instantes de devoción de María Sabina y le hacían dar gracias a la vida tan sólo por respirar.

Sones como Flor de Naranjo, El Anillo de Oro; el Himno al rey Condoy (que para los mixes es una historia fundacional de su identidad); La Serranita, Fandango Serrano, El Mayordomo, La Novia, El Novio. No extraña el poder espiritual que cargan los sones, porque las bailarinas parecen sacerdotisas de la antigüedad, buscando aliviar con sus coreografías a los espíritus alicaídos.

La orquesta, con tambores y flautas de carrizo y el instrumento que les da nombre: la chirimia, se abre paso por las calles y el espectador sabe que algo importante está ocurriendo tan sólo por escuchar.

También las marimbas, con la banda del estado obsequiando su Concierto de Mediodía, con sus danzones vespertinos que muestran que la música es un ingrediente infaltable en los festejos de la Guelaguetza y no se puede siquiera concebir sin ella: con la banda Jama Le Ja de Huautla, la de San Jerónimo Tecóatl, la de San Juan Jicayán o la de Santo Domingo Tehuantepec y muchas otras, tomando las calles.

Orgullo oaxaqueño

Desfilan Sierra Norte, Sierra Sur, al ritmo de la La Martiniana, La Llorona y otras piezas producto del incomparable talento nacional. Juquila y sus emblemáticas chilenas: El Paseo del Toro, El Limón, La Caprichosa, La Malagueña Juquileña, El Hurfanito, El Torito. Como escribe Habid Adalláh Vásquez Pacheco, en su texto sobre la música de Oaxaca:

 

“Cómo es que el oaxaqueño se siente al escuchar, escribir o interpretar música de su estado, haciendo que para él sea un honor ser oaxaqueño. Y, por parte del músico, el representar al estado no solamente en partes de la República, sino también en el extranjero. Ha dejado huella intachable por la música que toca, cómo la interpretan y cómo llevan en su sangre ese orgullo de ser mexicanos y oaxaqueños”.

Vienen de la región de Cañada, bailando sones y jarabes, que también son parte de toda la vida en la majestuosa Mixteca. Y en la Costa escuchas chilenas, que se han hibridado con los sones calentanos, de la tarima de Tixtla, de la zamba argentina y los bailes tropicales de las múltiples naciones que han llegado asombradas a las costas oaxaqueñas.

Si a eso le agregan la influencia de los pueblos afromexicanos, el cóctel de sabor en ritmos es impactante. Y de ahí viaja a la cuenca del Papaloapan, donde los oídos se deleitan con los huapangos, y las arpas y marimbas y tambores suenan en concordancia y ritmo con los movimientos de los danzantes.

Y Valles Centrales e Istmo, con el Jarabe del Valle y sus picantes sones: El Palomo, La Perra, El Guajolote, El Jarabe Chenteño, que recibe su nombre porque es del meritito San Vicente, localidad de Ejutla de Crespo. Toda la influencia del paso de teotihuacanos y mayas, por los instrumentos de aliento y las percusiones, sin los cuales no podemos concebir la música oaxaqueña.

No faltará Dios nunca muere, de José López Alavez, oriundo de Huajuapan de León, autor de la Canción Mixteca, que precede a la presentación de la Diosa del Maíz tierno en el Auditorio Guelaguetza y que es uno de los momentos que pone de pie y les hace poner la mano en el corazón cuando comienza:

¡Qué lejos estoy del suelo donde he nacido! Inmensa nostalgia invade mi pensamiento…” Pero es sólo el comienzo. En el futuro inmediato estará la impactante Danza de la Pluma y muchos otros instantes y el resto será una historia viva que al asistente le tocará experimentar y atesorar desde este 25 de julio y hasta el 1 de agosto en la Guelaguetza 2022.

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EL DATO

La famosa artista Lila Downs, originaria de Tlaxiaco llegó a ser la imagen del festival musical en 2013. También se recuerda a otra talentosa cantante, Susana Harp, que ya ha cantado sones en zapoteco, náhuatl y maya.