Un Benito Juárez solemne y sobrio, el que inmortalizó la fotografía

Aunque existen caricaturas políticas que muestran a Benito Juárez (1806-1872) bailarín, sonriente y con gestos muy espontáneos o, por el contrario, que lo parodian y lo dibujan con las cejas demasiado levantadas, la imagen que prevaleció desde el mismo día de su muerte y hasta la actualidad es la que ofrecen las escasas fotografías que existen sobre su figura y que lo presentan oficialista y con un semblante solemne. Acartonado, diríamos. 

Por un lado, porque los requerimientos técnicos de la época no daban otra opción; la exposición requería tiempos prolongados e impedía ser demasiado expresivo. Por el otro, porque se tratan, evidentemente, de imágenes que buscaban la promoción de su figura pública.

Juárez comenzó a retratarse ya cuando era gobernador de Oaxaca y después como presidente de México

“En las imágenes lo vemos con una indumentaria muy republicana, muy sobria, porque tenían fines propagandísticos”, explica en entrevista la historiadora Rebeca Villalobos Álvarez, autora del libro El culto a Juárez. La construcción retórica del héroe (1872-1976), coeditado por Grano de Sal y la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. 

La especialista —a quien le llevó una década realizar la investigación— detalla que Benito Juárez, nacido un 21 de marzo, comenzó a retratarse ya cuando su imagen pública era muy importante, como gobernador de Oaxaca, y después como presidente de México (1858- 1872). Seguía la corriente de la época, en la que las elites en general disfrutaban ser retratados, fascinados por este nuevo arte.

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Exceptuando una fotografía personal del día de su boda, en la que aparece con su esposa, Margarita Maza, y su suegra, todas las demás son fotografías oficiales en las aparece con el mismo talante adusto. “Algunas tomas son de pie, aunque no se le alcanza a ver de cuerpo completo. Y aquí otra característica: casi todas son del busto y de perfil en tres cuartos”.

Sobre esto, Villalobos destaca que en el siglo XIX la fotografía, en plena exploración, se limitó a copiar los encuadres de los retratos pictóricos que existían de otros mandatarios.

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“No genera sus propios códigos de representación estética. Cuando está acompañado por accesorios son siempre aquellos que la plástica había vuelto simbólicos: el sombrero de bombín, el frac o la levita. También aparece con documentos, libros o sentado ante un escritorio. Son símbolos de la ley y de su participación en las Leyes de Reforma o de su dignidad como político”, expresa.

Entre las fotografías de Juárez, destacan las que hicieron los hermanos Valleto y que fueron utilizadas en 1910, durante las fiestas del centenario de la Independencia. Prácticamente toda la clase política se retrató en su estudio, aliados y adversarios, incluidos Benito Juárez y Maximiliano.

En siglo y medio, la imagen heroica de Juárez ha sido utilizada para beneficio del oficialismo, el arte y la cultura popular

También destaca el trabajo de la sociedad Cruces y Campa, a la que le fue encomendada una serie de retratos de mandatarios. Se publicó en 1874 con el título Galería de personas que han ejercido el mando supremo de México con título legal o por medio de la usurpación, en el formato de tarjeta de visita.   

Referente cívico 

La fotografía es apenas una de las múltiples expresiones que han contribuido a la construcción de la imagen heroica de Juárez, la cual, en un hecho sin precedentes, durante siglo y medio ha sido utilizada para beneficio de todos: el oficialismo, el arte y la cultura popular. “Funciona como un referente cívico y moral, que no necesariamente está construido por y para el oficialismo, sino para auditorios más amplios”, dice la investigadora.

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Existe una larga lista de referencias iconográficas sobre su imagen, entre esculturas, bustos, pinturas, películas, obras literarias, billetes y monedas. Sólo para dimensionar el impacto de su presencia, tenemos que el buscador de Google da más de 38 millones de entradas con su nombre, y registra al menos cinco millones de páginas si agregamos la palabra “primaria”.

“Es la historia cultural de un fenómeno, cuyo origen es ciertamente político; el objetivo es enaltecer su liderazgo, el haber sido presidente de la República”, señala Villalobos.

Agrega: “Lo que intento mostrar es que la construcción de una imagen heroica corresponde a necesidades que se van expresando en contextos distintos y que están condicionados no sólo por la coyuntura política, sino por ciertos temores, sentimientos e ideas compartidas. También por la necesidad de recuperar el pasado, de construir identidades, que en este caso se individualizan, se expresan y se sintetizan a través de la figura de Benito Juárez”.

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Benito Juárez en la pantalla grande

Respecto al cine, explica Villalobos que, aunque no es uno de los personajes favoritos en las cintas mexicanas, sí ha protagonizado una veintena, incluyendo algunas extranjeras de mucho éxito.

“¿Qué es lo que pasa con el cine? Al cine le cuesta trabajo dinamizar casi todas las representaciones posteriores a la muerte de Benito Juárez. Sobre todo, el primer cine, el de principios del siglo XX, lo que hace es retratar al héroe, no a un personaje humanizado. Hablamos de vistas documentales que presentan escenas de rituales cívicos, o alguna escena de un cuadro o una fotografía suya”.

Entre las películas realizadas en el extranjero, destaca Juárez (1939), realizada por la Metro Goldwyn Mayer. Dirigida por William Dieterle con guion de John Huston, es protagonizada por Paul Muni y Bette Davis. Otra película estadounidense es The mad empress (1939), dirigida por el mexicano Miguel Contreras Torres.

En cuanto a las mexicanas, está El joven Juárez (1954) de Emilio Gómez Muriel, Una carta de amor (1943) de Emilio Gómez Zacarías y Mexicanos al grito de guerra (1943), dirigida por Álvaro Gálvez y Fuentes e Ismael Rodríguez; en esta última, el llamado Benemérito de las Américas es interpretado por Miguel Inclán.

“A pesar de no poderlo humanizar, el cine sí recurrió a su figura, algunas de manera directa y otras sólo como un referente histórico de tiempo, de lugar y de valores morales. Hay un género estudiado pero que no se toma en cuenta para hablar de Juárez. Se trata de una derivación del spaghetti western: el Zapata western, la revolución mexicana y el segundo imperio a la italiana. De ahí que Juárez y Zapata sean referentes en este tipo de filmes.

“Muchas mezclan los hechos históricos y eso pone muy nerviosos a los historiadores, lo interesante en todo caso es la utilización de la figura del héroe como una suerte de producto de exportación”, afirma.

– ¿Porfirio Díaz, el gran impulsor de la imagen de Juárez?

-Aunque es inobjetable que durante el porfiriato se da la oficialización de su culto, desde mi punto de vista su veneración surge inmediatamente después de su muerte.

Hablo de una veneración anterior a la conmemoración de 1886 y a las celebraciones por el centenario de su natalicio (1906) y al centenario de la independencia (1910). La celebración de 1886 fue tan fastuosa y el régimen de Porfirio Díaz invirtió tanta energía y recursos que por lo general se dice que el culto lo creó él. Como había una simbolización de los valores liberales y republicanos a través de su imagen, el régimen porfiriano lo aprovechó para sus propios fines.

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El culto a Juárez que antecede al porfiriato son las conmemoraciones luctuosas. Durante las primeras dos décadas grupos masones o colectivos de estudiantes y obreros lo recuerdan con un ánimo solemne. De hecho, la fecha de su nacimiento no cobra importancia sino hasta 1891, ahí sí ya en pleno porfiriato, con la inauguración de la escultura del Juárez sedente en Palacio Nacional.

– ¿Y qué ha pasado con la utilización que ha hecho López Obrador de su figura?

-El gobierno actual lo recupera de una manera muy echeverrista. El primer elemento es la asociación estrecha por Juárez como figura presidencial, como ícono de la ley, el derecho y la soberanía. Eso es lo que ve el actual gobierno.

Francisco I. Madero trató de asociarlo con las luchas democráticas mientras Venustiano Carranza destacó su aspecto de luchador social.

Después tuvimos varios sexenios como de desgaste, aunque con dos grandes hitos en el oficialismo mexicano: el porfiriato, y en los regímenes priistas de los años 60 y 70. Cuando se integra a los libros de texto y a la Escuela Mexicana de Pintura, al ser pintado por Diego Rivera, Jorge González Camarena, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, eso ya no tuvo vuelta atrás.

Con la alternancia panista, su figura no estaba desechada, pero sí normalizada. Vicente Fox lo cuestiona abiertamente y eso le mereció muchas críticas.

-Parece que el peso de la imagen del Juárez pastor es muy grande…

-Esa imagen es tan importante como la del Juárez jurista. Es relevante gracias a la transformación de los valores sociales y de la necesidad política postrevolucionaria. El 21 de marzo, los niños celebran el inicio de la primavera y el natalicio de Juárez: hay un funcionamiento pedagógico de su figura. Fue parte del proyecto educativo nacional que se fue transformando con las décadas.