Eva de Marce, La Niña del Volcán en la cárcel del exotismo

Eva de Marce, Niña del Volcán,

Eva de Marce, Niña del Volcán, el otro día escuché toda la música que pude encontrar de ti. Luego guardé silencio. Los pensamientos se agolparon.

La lección Billie Eilish de cómo lucir sexy, hablar de temáticas “modernas” en el pop, y en la búsqueda vicaria, la música como una suerte de copal que inunde la habitación y te evite incluso ver lo que hay alrededor.

Pero Eilish tiene una voz que ni música necesita y bebe de una tradición negra de música que representa con una dignidad tremenda y siendo ella blanca. Cuando deje sus búsquedas de identidad de aparador Avon, y tome las riendas de su arte, podría ser gigantesca.

Alejarte de la realidad

La música de Eva de Marce como analgésico, llevada a la quinta potencia, dosis de fuga sin recato a las playas del paroxismo (y, hay que decirlo, uno muy artificioso que bebe de lo más fácil del lounge de Juan García Esquivel, del jazz de Antonio Carlos Jobim y de otras fuentes de exotismo con una identidad sólida, ya mítica), que termina cuando descubrimos que casi todo en esos escapes están subordinados a la aceptación de la realidad: ¿y la guerra en Ucrania, amá?

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¿Y si te dijera, Eva, que amaría que hicieras La Chica de Ipanema From Hell?, porque si lo llegaras a conseguir, me obligarías a prestar atención. Tu música sería algo más que Kenny G tratando de convencerme de que necesito empeñar mi alma para conseguir un Iphone 25.

Siempre la joven en su ensueño de realización. ¿Puede culparse a un espíritu joven por querer contribuir a que tu carga de vida sea menos, que sólo llegues a tu casa y pongas Sweet Jazz, en que Eva acompaña a YoSoyMatt? ¿Qué de malo tiene? Pues nada. Exacto, a mí eso no me dice nada, no me deja cicatrices, constancia de que pasó por mí. Eva de Marce, la música real cura, deja secuelas.

“Sólo dos chicos que se quieren divertir”, alguien defiende. Pero, ¿entienden que el arte es la sorpresa? Yo tengo fe en la juventud y espero que lo entiendan. Que en algún momento tendrán que retarse a ellos mismos y quizá ganarse la abjuración de algunos de sus fans, “porque antes eran chéveres” y ahora, pues ya no. Pero ahora son dueños de sí mismos, pequeña diferencia.

¿Por qué una artista querría condenarse a que su música fuera ideal para poner en una barra libre? Así es, inofensiva, pasteurizada, libre de peligrosidad, de patógenos que puedan entrar en el cerebro a contaminar, ni siquiera tienes que escucharla bien, está libre de calorías.

“No estás solo”, canta, repite ella, al ritmo de programación electrónica. “Qué encantadora voz”, escucho decir. Asiento. ¿Y luego? Tú música no me dice nada de mi vida ni me quita el sueño; tampoco me hace imaginar qué quisiste decir, porque entendí todo: no dijiste nada.

Es sólo una brisa que ponen para que “haya ambiente agradable” y claro, para que los comensales se sientan exóticos “transgresores”, todos unos hipsters de manual. ¿Y si te pongo el Hey What de Low en su lugar? Pues harás que algunos hagan gestos de asco y encuentren hasta ofensiva su estancia ahí y que mejor busquen nerviosamente la puerta de salida.

Pero a Low lo recordaré, porque me dio una bofetada y me obligó a prestar atención en la música, no en preconcepciones y clichés de vedette y ambigüedades místicas. ¿Recordaré a Eva de Marce y la “conceptualidad” de La Niña del Volcán? Tristemente, no.

Por eso, Eva de Marce, Niña del Volcán, soy fan de tu posible determinación de exterminar yugos que podrían ser eternos. Si en ti hay una artista inquietante, me gustaría conocerla. Cuando termine tu época de desenfreno de los sentidos (a la que todos tenemos derecho), sal de la cárcel del exotismo, del otro lado de la paradisiaca playa te estaré esperando, paciente. Mis oídos abiertos a lo que puedas decirme. Es toda una vida la que te queda. Llegarás y ahí estaré.

Por Jesús Serrano Aldape

Jesús Serrano Aldape es escritor y periodista, graduado de la UNAM, licenciado en Ciencias de la Comunicación, se tituló con una tesis sobre el Universo Trágico de David Bowie. Le gustan la música, el cine y los videojuegos, el teatro, los deportes y la política, temas de los cuales ha escrito durante 20 años en publicaciones como Trasfondo, Milenio, Replicante, La Mosca en la Pared, entre otras.