País violento para comunicadores

País violento para comunicadores

Cuando se hace una revisión de los recursos discursivos de los líderes populistas latinoamericanos se pueden encontrar muchas similitudes en las tácticas de convencimiento y en las estrategias propagandistas.

Más de uno ofreció vender el avión presidencial, hizo declaraciones incendiarias en contra del imperialismo yanqui, el neoliberalismo, la libertad, los pobres y realizó el sistemático ataque contra los medios de comunicación, los ambientalistas, los defensores de derechos humanos, la clase media, como si se tratara la puesta en marcha de estrategias sacadas de un manual de aspirantes a dictadores.

En las características anteriores se inscribe Hugo Chávez, Evo Morales, Pedro Castillo, Daniel Ortega, Nicolás Maduro, los Castro y, por supuesto, nuestro presidente López Obrador. Todos se dicen de vocación democrática, pero sólo se queda en pretensión. En la oralidad, de fondo, hay una fuerte carga autoritaria que les brota a la menor provocación. No les gusta la crítica, les hace daño las preguntas incómodas y el contraste de cifras.

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Temen a las evidencias y nos salen con la faramalla de que tienen otros datos, que son sus enemigos los que los difaman. Pero la realidad termina por imponerse. Los problemas como la violencia, la inseguridad y la pobreza los sobrepasan, pero no se cansan de vender esperanzas.

López Obrador se ha encargado de dividir a la sociedad, pero es un tema que se debe analizar con frialdad porque a eso todos hemos contribuido, más por tantos años de desigualdad social y corrupción de todos los gobiernos.

Entre otros temas, fueron los ingredientes de un gran caldo de cultivo que nos tiene empantanados, pero que resulta el mejor escenario para el gobierno de López que no quiso ser presidente para todos. Se conformó con ser líder para su grey, líder de pandilla con su gabinete, como lo fueron Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.

En los últimos tres sexenios se ha agudizado la violencia en contra de los periodistas. Se puede identificar desde que se declaró la guerra contra el narcotráfico, pero se agudizó con la llegada de López Obrador y su embestida cotidiana contra quienes considera sus enemigos. No tiene freno y mete a todos en el mismo saco. Quien debería ser un estadista se comporta como porro, está convertido en el rey del insulto para aquellos que osan hacer una crítica. Duro contra quienes simplemente hacen periodismo con rigor.

Ahí quedan las amenazas directas del caudillo contra comunicadores con aquello de que el problema no es con él sino con el pueblo bueno. Sus esbirros, incluso, han mandado mensajes a otros comunicadores a través de los micrófonos y cámaras de los medios del Estado. Han buscado la protección del presidente humanista como Lourdes Maldonado, quien finalmente perdió la vida: ahora es parte de los 12 asesinados este trágico año. Fue enero el mes más violento contra los comunicadores, dado que perdieron la vida cuatro de ellos; en total, durante este sexenio suman 40 comunicadores asesinados.

Aunque las autoridades prometieron que todos los casos se iban a investigar y hasta una sección se abrió en la mañanera para informar sobre esto, no hay resultados. Mientras que algunos de los esbirros de Jesús Ramírez usan la protección como choferes y se cuestiona el Mecanismo de Protección, México se mantuvo en 2022, por cuarto año consecutivo, como el país más peligroso para los profesionales de la información al sumar 11 periodistas asesinados, tres más que en Ucrania, de acuerdo con el balance anual que publicó este miércoles Reporteros Sin Fronteras.

Esto contrasta con nuestro presidente, rey del humanismo, el mismo día que se dio a conocer dicha información, arremetió contra comunicadores e hizo un llamado para evitar escuchar a Ciro Gómez Leyva, a Sergio Sarmiento y Carlos Loret porque hasta un tumor les puede salir. Ahora que López le juega al comunicador, lo mismo se puede decir de él: valdría la pena apagar la televisión, bajarle a la inyección de veneno… pero mejor ahí la dejamos.

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Hasta la próxima.