En una entrevista a principios de 2018, el entonces candidato López Obrador respondía que cuando se convirtiera en presidente bastaría con su ejemplo para terminar con la corrupción, que los malos funcionarios ya no iban a robar y que se llamaría a un gran pacto nacional para que todo cambiara. Obviamente eso nunca sucedió y nos sumimos en una crisis de violencia, corrupción y muerte. Para los incrédulos ahí están los números y las comparativas con sus antecesores.
Ya sabíamos de la terquedad de López, la misma que lo llevó a la silla presidencial en su tercer intento. Esa terquedad, que se puede ver como virtud, también es su mayor pecado. A pesar de las críticas, propuso a Rosario Piedra Ibarra para que ocupara la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. El 7 de noviembre de 2019, en el Senado de la República, se vivió una gran controversia por la votación en la que por mandato presidencial la impusieron.
Claramente la señora no cumplía con los requisitos, pues es militante de Morena. Y aunque parecía legal, como dice el presidente, fue inmoral. Así se entregó la Comisión a una de las más grandes admiradoras del presidente y se perdió lo que se construyó durante años.
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Al presidente no le gusta la crítica a su gobierno; él es feliz con incondicionales que lo alaben, aunque dejen de hacer sus funciones y se lleven entre las patas a los ciudadanos que son a quien se deben.
Piedra Ibarra no ha sido la única imposición. También está la de Ángel Carrizales en la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente; la de Juan Luis González Alcántara Carrancá, Yasmín Esquivel, Margarita Ríos-Farjat y Loretta Ortiz Ahlf en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN); la de Paco Ignacio Taibo II en el Fondo de Cultura Económica, aunque la ley lo impedía por no haber nacido en México. También fueron impuestos Victoria Rodríguez como gobernadora del Banxico y Alejandro Gertz Manero como fiscal General de la República.
Aunque la 4T quisiera que se terminen los abusos y las violaciones a los Derechos Humanos no se puede hacer por decreto. Tampoco alcanza el ejemplo del mismo presidente que miente todos los días, ataca y estigmatiza, aunque los de su grey se desgañiten en decir lo contrario.
El camino andado por la CNDH lo enterró Piedra Ibarra con su silencio cómplice y el abandono de las víctimas. En lo que va de su administración al frente de este organismo, sólo se han emitido 14 recomendaciones hacia la Semar y Sedena.
A esto se suma la reciente decisión de no escuchar a los ocho integrantes del Consejo Consultivo del organismo, ante la advertencia del surgimiento de víctimas de abusos por parte de los elementos de la Guardia Nacional, y que el inquilino de Palacio Nacional puso bajo el mando de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena).
En este sentido, el Consejo Consultivo propuso a Piedra Ibarra iniciar una acción de inconstitucionalidad ante la SCJN, pero la presidente activista se negó rotundamente.
El presidente asegura que ya no hay masacres; no obstante, la realidad es otra. Durante su mandato ya se contabilizan 30, además de los asesinatos de periodistas que se han documentado en este gobierno. Sobre esto, la CNDH no se pronunció. Sí lo hizo, en cambio, con los “ataques” contra los youtuberos de Jesús Ramírez.
Tampoco dijo nada ante la falta de medicamentos que ha provocado la muerte de 3 mil menores y 7 mil 800 mujeres con cáncer, además de 6 mil 850 personas que padecían VIH. Ni qué decir del desabasto de agua y los 329 mil 899 muertos de la pandemia. No hubo ningún pronunciamiento y cuando lo hubo fue de manera tibia.
Es claro que la CNDH no es el contrapeso que llegó a ser. Ante un contexto de militarización del país que va por los fueros de López, Rosario Piedra Ibarra está sometida y a merced de la voluntad de su patrón, que pide lealtad incondicional: 90 % de honestidad y 10 % de conocimiento. Eso se traduce en complicidad… pero mejor ahí la dejamos.
Entre Palabras
Varios de los que fueron cercanos al tal “Alito” ahora toman distancia. Que rápido pasó de brabucón a traidor.
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Hasta la próxima.