También con la 4T los estragos en los bolsillos se recienten todos los días, un poco por la pandemia, otro por la inseguridad. La escalada de precios, la inestabilidad de los energéticos, la falta de empleos y lo mal pagados que están, son el caldo de cultivo perfecto para el empobrecimiento de la sociedad.
La línea que dividía a la clase media se ha ido disolviendo y se engrosa la primera. Claro que para el inquilino de Palacio Nacional ser aspiracionista es inmoral aunque esté rodeado de ellos.
La anterior columna de Arturo Suárez: Ebrard, el “corcholatazo” de López Obrador
Para su proyecto, entre más pobres más clientela para sus programas sociales y más votos que garanticen la permanencia de la 4T.
Aquello de que “por el bien de todos, primero los pobres” debería replantearse para quienes están haciendo negocio con el gobierno, tal y como lo hacían en el pasado los empresarios, sólo que ahora sus pecados le son perdonados desde el púlpito de la mañanera.
Se acabaron las licitaciones y dieron paso al sistema de amiguismo, las asignaciones directas, porque pueden y porque quieren.
Pero aquello de que terminaron con la corrupción es un cuento de hadas, quizá por eso la obsesión de López Obrador por dejar a alguien de la 4T que le cubra la espalda, como él lo hace con Peña Nieto y su banda.
¿No que eran los más corruptos? Terminó protegiendo a la mafia del poder Ellos, como ahora, son corresponsables del empobrecimiento de la sociedad.
El presidente se ufana en que han entrado remesas al país como nunca; no hay nada de que enorgullecerse: cada peso de un connacional que entra a México es la falta de oportunidades que su país no les brindó.
Quizá son desplazados porque el crimen organizado se apoderó de los territorios donde vivían. De nuevo y por donde le busquen, son el fracaso de una política económica y social que les ha fallado por años.
Grita López que se terminó el neoliberalismo, pero festeja la llegada promedio de 391 dólares en abril de remesas; la explotación de trabajadores mexicanos en Estados Unidos. Vaya falacia del defensor de los pobres.
En las redes sociales circula un video de la campaña de 2018, López Obrador frente a una bomba despachadora de gasolina dice que va a bajar el precio de las gasolinas. No lo cumplió porque no está en sus manos.
Los gasolinazos siguen y son constantes. La verde se vende en más de 23 pesos y la roja oscila entre los 24 y 25 pesos. Claro que eso varía dependiendo de la geografía en que se encuentre.
El tanque de gas de 20 kilos cuesta 450 pesos, mientras que el camión del Gas Bienestar tiene un precio de 440 pesos… ¿La 4T ayuda a los que menos tienen?
Con todo y el aumento en el salario mínimo, no alcanza para que las familias puedan comprar una canasta básica y cubrir sus necesidades. Que conste que son los números del INEGI y del Coneval, para que los fanáticos no desestimen o digan que se habla sólo por lastimar al caudillo.
Sigo pensando que los priistas eran magos, no en la administración de la abundancia como prometió José López Portillo, sino en la administración de la pobreza. Eso, combinado con la segmentación social con sus lideres campesinos y obreros, vendieron la promesa de un México mejor que nunca llegó.
Así mantuvieron “la dictadura perfecta” que dijo Mario Vargas Llosa. A principio de cuentas López Obrador se formó en el sexenio de López Portillo y cree en ese modelo; sabe que entre más pobres y dependientes de sus programas sociales haya, tiene más oportunidad de continuidad para su movimiento.
Desde Palacio Nacional nos presumen que la gasolina es más barata que en Estados Unidos y que la inflación es más baja que en aquellos lares, pero nuestro vecino es la economía número uno del mundo y nosotros la 16, con pérdida de capitales, inestabilidad de inversión, falta de empleo y una creciente inflación. La verdad es que no hay nada que agradecer… pero mejor ahí la dejamos.
Entre Palabras
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Hasta la próxima.