Todos los días y sin falla repiten desde Palacio Nacional que son los más atacados. Ese discurso le ha permitido a López Obrador martirizarse por más de 20 años. Cada que puede se compara con Cristo, en sentirse el elegido y en ello no tiene reparo.
Se dice que practica el humanismo, pero le gana su relativismo, el cual termina por desnudar su pensamiento pragmático. Siempre será primero él y su movimiento, no le importa a quién tenga que llevarse entre las patas de los caballos de lo que llaman 4T.
Ejemplos hay muchos. De entre los más sensibles se encuentran las 326 mil 97 muertes por la pandemia, las más de 100 mil desapariciones, los 2 mil 900 feminicidios y la escasez de medicamentos para los más enfermos; ahí encontramos los límites de su “humanismo”.
Pero claro que aquella historia de que “el rey va desnudo” no sería posible sin los zalameros, un ejército de incondicionales que elevan a su máxima potencia la egolatría, la soberbia que los vuelve miopes. Eso incluye a sus cercanos que han sido incapaces de atravesarse en su camino para decirle que las cosas no van bien.
En cambio, le mienten y hacen eco de todo lo que dice el caudillo porque saben que de contradecirlo serán rebajados, sobajados y reducidos como lo hizo con César Yáñez, quien todo le aguantó durante más de 20 años. Tuvieron que pasar cuatro años para que lo descongelara y lo pusiera a la orden de su primo hermano Adán Augusto López.
Tarde o temprano el rey desnudo se da cuenta de que lo está; en este caso le duele lo que le presenta el espejo. Por un lado, los 125 mil 677 de muertos que rebasa a Felipe Calderón, su villano favorito. Por otro, se parece a Peña Nieto en aquello de la imperante corrupción de sus más cercanos.
Recientemente le dolió mucho la comparación con el ahora finado Luis Echeverría Álvarez, a quien solamente los más viejos de pensamiento pueden defender. Será porque en ese PRI aprendió sobre política y administración pública.
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Sin duda, quien tiene la mayor deuda con la sociedad es Hugo López-Gatell, uno de los máximos alabadores de López Obrador, el justificador de que se mandaron mensajes equivocados durante la pandemia por Covid-19.
Colgó la bata de científico y se puso la de político. Le pasó por alto aquello del “detente” y dijo que la fuerza del presidente era moral y no de contagio; fracasó con la estrategia “Centinela” y le fallaron las matemáticas: hoy tenemos más de 326 mil muertos por el SARS-CoV-2. Es evidente que la población tiene su grado de responsabilidad, pero si el gobierno no dicta las directrices, ¿entonces para qué queremos gobierno?
El problema del sistema de salud es añejo, pero se agudizó con la llegada de la 4T y su paso desordenado en el peor momento al INSABI, que no sirvió para nada y que hoy pretenden borrar de un plumazo.
El desabasto de medicamentos empeoró y murieron 3 mil niños por falta de tratamientos oncológicos. Lo mejor que pudo hacer Gatell fue llamar golpistas a los padres de esos menores. La historia se encargará de colocarlo en el lugar que le corresponde con una inmensa fila de lápidas y cadáveres.
Durante la gestión de Javier Duarte, exgobernador de Veracruz hoy convicto, niños fueron inyectados con agua destilada. Pues resulta que los de la 4T no se quedan atrás: administraron a niños un lote de vacunas caducas contra el Covid-19. Peor aún. En la Ciudad de México se administraron 6 mil dosis sin que se le reportara a la población que eran usados como experimento.
Ante el incumplimiento del compromiso del presidente López Obrador de que se terminaría el desabasto de medicamentos en todos niveles y en todo el país, ahora López-Gatell dice que hay presiones de las farmacéuticas para comprar productos, entre ellos las vacunas.
Así vamos: la ONU no le ayudó a López a comprar medicamentos, se inauguran hospitales que resultaron un montaje, no tenemos ni un indicio en aquello de tener un sistema de salud como Dinamarca, Gatell no se fue a despachar a la Organización Mundial de la Salud y resultó un cuento aquello de la vacuna Patria… Pero mejor ahí la dejamos.
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Hasta la próxima.