No se puede negar que López Obrador construyó mucho de su capital político en la calle, visitando barrios y pueblos; se jacta de conocer todos los municipios del país. Los que hoy son gobierno no hace mucho, a la menor provocación, salían a marchar. Aunque hubo momentos álgidos se les respetó el derecho constitucional que nos permite el libre tránsito y la manifestación sin ser molestados.
Así, las calles de la Ciudad de México fueron perredistas en el desafuero, en infinidad de mítines durante sus tres campañas, en la defensa del petróleo y en el plantón de Reforma que duró 40 días y la tomada de pelo que llamaron presidencia legítima.
A casi cuatro años de que juró el cargo de presidente, que se convirtió en la obsesión malsana del AMLO nos da muestras de su intolerancia. Lo que eran pinceladas, hoy son la constante. Usa la conferencia mañanera para atacar, sentenciar y soltar a sus voraces huestes en las redes sociales y sus voceros de mala entraña para que secunden cualquier idea. Porque al caudillo no se le cuestiona, únicamente se está con él. Aunque en el discurso se dice demócrata, en los hechos es intransigente y le encanta la obediencia.
Seguramente el tabasqueño siente avanzar el reloj del sexenio y como adelantó por mucho la sucesión presidencial, no quiere que nada se le escape. No quisiera dejar el poder cuando trae tremenda borrachera.
No es importante lo que sucede en este sexenio, que ya es de lo perdido lo que aparezca, sino lo que vendrá. Ante los malos resultados, necesita no sólo un sucesor sino, además, que este sea cómplice de un pacto de impunidad como el celebrado con Enrique Peña Nieto. A pesar de los dichos, la “mafia del poder” sigue intocable y algunos hasta se reúnen con López en Palacio Nacional.
Para lograr sus planes, López y los suyos necesitan meterle mano al INE y convertirlo en una caricatura que responda a sus intereses. Hay consenso en que de pasar su iniciativa esta será regresiva. Aquí lo he dicho, se trata de fortalecerlo, de hacer más con menos, de nivelar salarios y hasta las formas, pero debe haber candados porque ya sabemos que nuestros políticos son de moral distraída, aunque naveguen con bandera del cambio.
Ante estos hechos, un grupo de personas de la sociedad civil ha convocado a una marcha en defensa al INE en la capital del país y en 12 entidades más. Eso ya fue motivo de burla por parte de quien debería ser mesurado, y gobernar para todos y no sólo para quedar bien con su sector.
Debería llamar a la unión y no fomentar la confrontación, porque cuando lo tocan cobardemente se dice el más atacado desde el presidente Madero. Para meterle más presión al asunto y como si fuera consigna, los legisladores afines dan deprimente espectáculo y hasta la CNDH le entra a la política cuando han guardado silencio en temas de vital importancia. Como estará la cosa que han echado mano hasta de un modisto y sus redes para azuzar a la ciudadanía.
López Obrador ha señalado a quienes asistirán a la marcha como hipócritas y clasistas, además de ser gente sin autoridad moral y deshonestos, pero lo único que demuestra es el miedo que tiene a la manifestación y a los resultados que dicho evento pueda arrojar, pues el país ya se le salió de las manos.
Ante la próxima marcha, que se realizará el domingo 13 de noviembre, y el reto de que lleguen al zócalo capitalino, en la explanada se ha instalado un campo y una feria de béisbol. Es decir, una barrera física por la que no podrían ocupar la plancha, esa misma que fue el dormitorio campamento en las protestas de 2006.
Y aunque el presidente aseguró en su mañanera que esto se retirará el próximo sábado, pareció más una provocación a la «Marcha de la democracia». Hay que estar muy pendientes y ser tolerantes en ambos lados, porque se necesita una chispa para encender los ánimos que están caldeados desde Palacio Nacional.
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Insisto, todos tenemos derecho a ocupar la calle y a manifestarnos, no importa cuál sea la causa, pero hay que tener cuidado porque intolerantes hay en ambos bandos, impresentables también, y la violencia sería un ingrediente que le gustaría al mismo presidente… pero mejor ahí la dejamos.
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