El panorama político ha tomado un vuelco en el último mes. Lo que debería ser una gira de agradecimiento porque Claudia Sheinbaum sería la elegida de Andrés Manuel López Obrador para sucederlo en el cargo, se le ha complicado. Tanto, que hoy no tiene nada en firme y su campaña es un desastre que la mantiene empantanada, con más problemas y dudas para el inquilino de Palacio Nacional que certidumbre.
Todo porque el tabasqueño se equivocó en no darle el derecho de réplica a Xóchitl Gálvez y en ello le pasó batería a un armatoste llamado Va por México, que estaba en calidad de muerto y hasta a Marcelo Ebrard.
Sheinbaum pierde gas todos los días al grado que, si ella fuera la candidata de Morena y Xóchilt la de la alianza, habría una diferencia de solo ocho puntos. El asunto es que el proceso debe arrancar oficialmente hasta noviembre y la campaña hasta el próximo año, y la doctora no aguantaría el desgaste. Claro que falta ver hasta dónde se cae Xóchitl, una vez que reviente la burbuja en la que está metida y cómo sale del proceso de selección que ha lastimado a varios que lo ponen en duda.
Como si la cosa no estuviera difícil para Sheinbaum, ahí viene Marcelo Ebrard en un segundo lugar que bien podría usar López Obrador para bajar a su alumna de la carrera y poner a alguien con más credenciales y consistencia en la campaña política.
Aquí se lo he dicho, unos y otros van a intentar banalizar la campaña y la van a querer llevar al terreno de un concurso de simpatía, en ese terreno que para Sheinbaum sería difícil competir. No tiene recursos, es un cartón, y sus negativos son grandes por las 27 víctimas mortales del Metro y los 26 del colegio Rébsamen.
Por si fuera poco, se le viene un nuevo escándalo por haber rasurado el sueldo de algunos trabajadores del Gobierno de la Ciudad como aportaciones para la campaña de la científica.
López Obrador es un obsesionado con el poder que le llevó conquistarlo más de 20 años. Eso alimentó resentimiento que destila todos los días, que lo mantiene cegado ante sus errores. Al presidente le gusta el culto a la personalidad, le gusta que lo alaben. Sigue pensando que es el mejor presidente de la historia por encima de Benito Juárez y Francisco I. Madero, en verdad lo cree y no ve la estela de muertos que la 4T está dejando.
Sus obras están puestas en duda; por lo menos hoy pintan para malas inversiones. Solo le queda construir con saliva lo que en la realidad es fracaso. En ese contexto y su enfermizo gusto por el poder no se puede permitir poner en riesgo su “proyecto” y Claudia hoy no es garantía.
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Faltan poco más de quince días para conocer los resultados y el presidente debe tener pesadillas que le genera la decisión sobre si es Claudia o Marcelo. En el caso del segundo, aquello de la austeridad republicana, menos la pobreza franciscana, va con el empresario, que seguro no trae doscientos pesos en la cartera de diseñador.
A quien le gustan los relojes caros, el que puede vivir en París holgadamente, retirado del escándalo de la Línea 12. El que en algún momento tomaría distancia de López Obrador porque está formado en la vieja escuela priista. Esos son factores que tiene presente López Obrador porque no podría manejarlo tan fácil como a Sheinbaum.
A principios de año nadie se podría imaginar que el proceso y la elección del año que viene Morena tendría un riesgo de perder. Hoy esa posibilidad está presente en el ambiente y fue por un error de López Obrador sobre Xóchitl Gálvez, más el factor de que Sheinbaum es pésima aspirante, sin la figura de su mentor. Si es Claudia o Marcelo, lo sabremos en breve, aunque el que sea ya le representa un riesgo para el tabasqueño… pero mejor ahí la dejamos.
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Hasta la próxima.