A comienzos de este mes, como es tradición, desde cada familia y cada hogar, colocaron su tradicional altar de muertos, y desde la colectividad, grupos de mujeres, feministas y defensoras de derechos humanos, salieron a las calles, en las que, a pesar de la pandemia del Covid, visibilizaron el contexto feminicida que mujeres, niñas y adolescentes enfrentan día con día, tanto en el espacio público como en el privado.
En cada entidad, en las diferentes marchas, caracterizadas de catrinas, con cruces rosas y fotografías con nombre y apellido, se recordó a las mujeres y niñas asesinadas en el país.
Nombrar a las que fueron víctimas de feminicidio en Ciudad Juárez hace más de 30 años y no referirse a ellas como «las muertas de Juárez«, ya que no estaban muertas, estaban vivas, es importante recordarlo pues no se trata de la culminación de los procesos vitales sino de llamar a estos crímenes como lo que son: feminicidios.
Pues lo que no se nombra no existe, y el lenguaje también es político.
Lamentablemente en muchos de los casos de feminicidio, su tipificación no ha sido la adecuada, debido a la falta de voluntad, perspectiva de género y por los pactos patriarcales de quienes se supone deberían garantizar el acceso a la justicia a las víctimas, en cambio protegen a los asesinos.
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Porque los asesinatos de mujeres, niñas y adolescentes no han parado. La violencia feminicida se ha convertido en otra pandemia paralela, la cual el Estado debería combatir y frenar, garantizándonos seguridad, protección y resarcimiento del daño, pero no es así.
11 mujeres, niñas y adolescentes son asesinadas al día, así que nuestro riesgo de morir por contagio del virus del Covid es incomparable con la misoginia y el machismo sistémico.
No se trata de escenarios catastróficos a los que el Estado capitalista patriarcal acostumbra a sembrar en los imaginarios, se trata de las realidades a las que nos enfrentamos día a día, con pandemia del Covid o sin ella.
Por este motivo, este año, noviembre es el mes para recordar con alegoría que no nos vamos a callar, se tiene el compromiso de realizar acciones reflexivas para seguir denunciando socialmente la violencia estructural, así como la consigna que refleja el dolor y la exigencia de justicia por la violencia feminicida:
¡Van a volver, las balas que disparaste van a volver… la sangre que derramaste la pagarán, las mujeres que asesinaste no morirán…¡No morirán!
Que la sororidad nos acompañe.