Demagogia multitudinaria

Demagogia multitudinaria

Andrés Manuel López Obrador añora aquellas marchas multitudinarias con las que llenaba el Zócalo de la Ciudad de México. Así lo hizo muchas veces porque el momento lo ameritaba para meterle presión al régimen de Vicente Fox, de Felipe Calderón y de Enrique Peña Nieto.

Sin duda, López era el mejor para la movilización. Claro, siempre con la ayuda de organizaciones que simpatizaban con su movimiento, así como del PRD y sus legisladores, que “aportaban” recursos para los acarreados. Ahora se desgañitan con aquello de que no son iguales, pero como se parecen a la hora de poner en práctica aquellas viejas mañas de los priistas del siglo pasado, tiempos en que, por cierto, se formó el actual presidente.

Tampoco se le puede regatear al presidente que fue el político de oposición más importante del país hasta el 2018, cuando ganó la presidencia. Ahí lo perdió todo. Aquel gran estratega no supo cómo mantenerse intacto. Se traicionó o quizá mostró su verdadero rostro de clasista, racista.

Mintió y ahí están varios de los que fueron parte de su gabinete, quienes se convirtieron en sus feroces críticos, Lo peor fue que nunca entendió que se trataba de administrar, de tener logros y, al no hacerlo, se radicalizó. Tiene que estar constantemente reafirmándose que es el mejor presidente de México, pero sólo para su mente.

En la calle y con el pueblo bueno, el caudillo se siente rey, aunque lejos quedaron aquellas caminatas en las que se abría paso a empujones entre la multitud. En su mitin del pasado sábado hubo hasta una doble valla que impedía que sus fanáticos se le acercaran.

Dicen que todos somos iguales, pero la plaza estaba dividida por secciones porque ellos hacen diferencias: igual que antes, ¡el pueblo se chinga! O quizá ahora sí piensan en la seguridad del presidente, y qué bueno, porque la polarización es profunda y se pondrá peor.

A pesar de que había una gran cantidad de morenistas en la plaza, algo faltó, nunca se llenó. Aunque López Obrador lanzó otro de sus discursos patrioteros, algo faltó que no entusiasmó como antes. Pese a esto, los titulares de sus medios afines dijeron otra cosa.

Ya que parte de la vida política del país se ha convertido en una guerra de marchas, pues vienen otras fechas significativas para que se puedan realizar eventos. Qué tal el Día del Niño, por aquellos que no tuvieron sus tratamientos contra el cáncer; o el 10 de mayo, por las madres buscadoras de sus familiares desaparecidos; o las viudas de los mineros de quienes se ha burlado Manuel Bartlett.

Qué tal el Día de la Santa Cruz, por aquellas obras que siguen en construcción a pesar de que hubo magnos eventos para su “inauguración”. Hay fechas obligadas que seguro ya están planeadas para ir despidiendo a López, como los aniversarios de la Independencia y la Revolución. Qué tal otra marcha para el 2 de noviembre por los muertos de Calderón, Peña Nieto y los de López Obrador, el último con el sexenio más violento: 148 mil 976 muertos y 333 mil 102 por la pandemia.

Según el diccionario, cuando se habla de demagogia se debe entender como: “Empleo de halagos, falsas promesas que son populares, pero difíciles de cumplir y otros procedimientos similares para convencer a los ciudadanos y convertirlos en instrumento de la propia ambición política”. Cualquier parecido con López Obrador es mera coincidencia.

Pero, además, se puede ser un demagogo exitoso y estirar por muchos años la aceptación de la ciudadanía. Ser un buen seductor de las masas. Aunque la verdad es que ninguno ha sobrevivido al efecto corrosivo del tiempo y la historia suele desnudarlos. Para no ir muy lejos, aquí tuvimos a José López Portillo, Carlos Salinas de Gortari y Vicente Fox, así que ya sabemos para dónde se encamina el tabasqueño.

Un aniversario más de la expropiación petrolera con una refinería de Dos Bocas que ha salido carísima. De un proyecto inicial de 8 mil millones de dólares, se les fue a 14 mil millones de dólares y puede ser más. Un proyecto de combustible fósil en plena era del cambio a las energías limpias y que, por cierto, no ha dado su primer litro de gasolina, esa que prometieron bajar y que luego se echaron para atrás.

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En la época de los superiores morales, de los humanistas con su “peso fortachón”, sigue costando más de un dólar el litro de la gasolina o un kilo de tortillas… pero mejor ahí la dejamos.

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Hasta la próxima.