La guerra sucia de la oposición al proyecto del presidente Andrés Manuel López Obrador comenzó desde el momento en que le pusieron la banda presidencial. Y el inicio de 2023, donde se realizarán las elecciones a las gubernaturas de Estado de México y Coahuila -claves en la búsqueda de la presidencia en 2024-, inauguró la radical siguiente fase de esa guerra de años.
Es simplemente demasiada coincidencia que ahora todas las baterías apunten a la presente administración, como al inicio de 2019, sólo que con un aire de guerra sin escrúpulos de ninguna especie. “El enemigo de mi enemigo, es mi amigo”, es la lógica militar que parecen haber adoptado. Cualquier cosa que hunda a López Obrador y a sus posibles sucesores es más que aceptable, y están contra reloj para minar la autoridad del gobierno.
En la lógica normal, de acuerdo con los sondeos, no hay nada que pueda evitar que alguno de los tres postulantes de la 4T: Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de la Ciudad de México; Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores; o Adán Augusto López Hernández, secretario de Gobernación, sea presidente en 2024, pero la oposición, al no poder competir legítimamente, no escatimará en lo ilegítimo.
“En lo político, pues se van a radicalizar los conservadores, se van a lanzar más fuerte, pero hay que tener paciencia, prudencia y presencia”, expresó López Obrador en su mañanera del 28 de diciembre y parecía estar describiendo lo que se avecinaba. A finales del año se había dado un posible atentado al cuestionado periodista Ciro Gómez Leyva y más de 20 fake news en torno a la aprehensión de Ovidio Guzmán.
Todo ello, señalando a un gobierno incapaz de gobernar, siguiendo el ABC del llamado golpe blando, un golpe de Estado no por medios militares, sino por medio de técnicas no frontales, para crear un clima de malestar social. Cualquier acción, aún legal, de someter a una de esas encapuchadas vandalizando el espacio público, podría repercutir en acusaciones, sobre todo ante el extranjero.
Buscan instantáneas que respalden la narrativa de un Estado en llamas, pasto del narcotráfico, dirigido por un dictador, a pesar de que no ha finalizado su periodo legítimo y sin contar la aceptación popular que tiene a AMLO como el segundo mandatario mejor recibido en el mundo. Pero el miedo y la psicosis social pueden cambiar todo eso en meses, y hay evidencia de que a eso apuntan ya.

¿Sabotaje en el Metro?
Uno de los casos es la andanada de propaganda negativa que magnifica la actual situación del Metro de la Ciudad de México, anunciada durante meses, previos al accidente del 7 de enero en la Línea 3, por medio de pancartas que advertían a los usuarios que el personal no tiene materiales para trabajar y acusando falta de presupuesto. Exactamente la narrativa de los opositores políticos de la 4T.
Para nadie es secreto que el líder del sindicato del Metro, Fernando Espino, lleva 44 años en el puesto, que tiene a toda su familia en la nómina, y que es un priista antipático a Obrador y a Sheinbaum. Tampoco es un secreto que el número de accidentes, algunos de los cuales parecen inverosímiles e improbables, han sido utilizados por la oposición para diezmar la ventaja de la jefa de Gobierno en las encuestas.
Una encuesta de El Financiero del 17 de enero, ya muestra un descenso en la popularidad de Sheinbaum de 46 al 41 % entre diciembre y enero, resultado de las acusaciones de la oposición de que ha habido negligencia en el Metro. Pero la coincidencia de detener a una mujer que arrojaría unas aspas de lavadora al paso de un tren, entre otros muchos casos, es muy significativa.
Un momento en que ya no importa más que esa narrativa, la cual todos los opositores al gobierno actual han reforzado para enrarecer el ambiente previo a la elección del próximo 4 de junio. El miedo es muy poderoso, si las personas se suben a un vagón del Metro con la ansiedad de que puede ser lo último que hagan en vida, eso va a repercutir en el discurso del presidente de que “la gente está feliz, feliz, feliz”.
Por eso no extraña que de inmediato, Sheinbaum y López Obrador resolvieran la presencia de 6,600 elementos de la Guardia Nacional en toda la red del Metro. Por supuesto, el argumento oficial de Obrador es que quieren garantizar la seguridad de los usuarios, pero además de que la GN goza de un 80 % de aceptación entre la población. Su presencia puede ayudar a disuadir o identificar actos de sabotaje.
Y así ha sido, incluyendo la forma en que los mismos medios de comunicación soslayaron el informe del director del Metro, Guillermo Calderón, de que, en otro incidente, en que se desacopló un vagón en la estación Polanco de la Línea 7, el 15 de enero, se encontró la falta de un cintillo de seguridad y un tornillo estaba cortado y el otro estaba flojo. ¿Quién lo puede probar? En realidad, no importa.
Para cuando un comité que analice los casos tenga una respuesta, la popularidad de la jefa de Gobierno, y con ello, del proyecto que representa ella, “la corcholata favorita del presidente”, ya habrá sufrido un fuerte golpe, que cientos de comunicadores sin escrúpulos para su profesión habrán aprovechado para hacerle un boquete en la línea de flotación.
En la era de la posverdad, la verdad ya no tiene relevancia; la percepción creada en los medios de comunicación es lo que domina. Es un concepto que hay que tener en cuenta, porque la guerra mediática de los opositores al Gobierno no ha hecho más que comenzar y echará mano de todo lo que pueda para disminuir la ventaja que tiene el movimiento de la 4T, rumbo al trascendental ciclo electoral de 2024.
En alianza, todos contra Morena
Todo está encadenado en política y el anuncio dado el 12 de enero de que el PRI, PAN y PRD vuelven a ir en la coalición Va Por México para 2023 y en 2024, es parte de esa magnificación de la prensa corporativa, que busca contratos hasta para administrar prisiones. Dieron más importancia a esa noticia que a la Cumbre de Líderes de América del Norte.
Eso mismo se atrevió a asegurar el presidente del PAN, Marko Cortés, y en términos de la cobertura mediática, así fue, con el anuncio de que el PRI elegirá candidatos para Estado de México y Coahuila en 2023, y el PAN para la jefatura de Gobierno de Ciudad de México y la presidencia de la República en 2024. Aunque eso sí, no descartan la participación de la “sociedad civil”, o sea, la de Claudio X. González, su patrón.
Para numerosos analistas políticos, es casi la definición del empresario que los ha juntado en torno a la agenda de la patronal mexicana, como un posible candidato presidencial. El PAN prepara a Jorge Romero, su coordinador de la Cámara de Diputados, como posible candidato a la jefatura de CDMX, sin importar su marcada responsabilidad en la corrupción del llamado cártel inmobiliario.
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Incluso, pocos medios han investigado el cártel inmobiliario. Están abocados, casi por completo, a quitarle aceptación a la actual jefa de Gobierno. Cualquier pérdida de popularidad de Sheinbaum -amén de sus propias pifias-, en la Ciudad de México, beneficiará al PAN, que en la actualidad gobierna en 9 de 16 alcaldías. Su plan: administrar la capital del país en 2024.