Susana Harp, una mujer apasionada

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Muchos aspectos podrían destacarse de la oaxaqueña Susana Harp: su talento en el canto; su congruencia entre lo que dice y hace; su amor por Oaxaca, el estado que la vio nacer; o su obstinado activismo en favor de las comunidades indígenas. Sin embargo, será más ilustrativo nombrar la palabra que rige cada cosa nueva que emprende; palabra corta pero vigorosa, que en su caso es sagrada: pasión. 

Profunda pasión, como la que Susana Harp ha mostrado en el escenario los últimos 25 años de carrera artística; como la que imprime en cada interpretación, en español y en otras ocho lenguas:  zapoteco, náhuatl, tzotzil, purépecha, huichol, mixteco, maya y mazateco; o la que derrocha cuando se desempeña como madre.

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Pasión por las culturas indígenas de Oaxaca, que conoce en persona desde que tenía 16 años de edad y de las cuales nunca más volvió a separarse. Pasión, según las propias palabras de Susana Harp, por lograr una sociedad más justa y menos racista; más solidaria y menos prejuiciosa.

En más de una ocasión ha dicho: “Lo que tengo es una pasión que me lleva a hacer las cosas lo mejor posible, porque siempre llego al límite”.

No miente. Así lo ha hecho toda su vida. Incluso ahora, en su nueva faceta dentro de la política: primero como senadora federal, en donde Susana Harp logró modificar diferentes leyes a favor de las comunidades indígenas, y ahora como aspirante a la candidatura del gobierno de Oaxaca.

Ambos escenarios se antojan ríspidos para un personaje que siempre ha estado vinculado a la cultura y los escenarios. Pero eso es sólo una percepción. Harp (1968) considera que se trata de una continuidad en la que sólo ha cambiado de micrófono.

Y es que, afirma, aunque antes no había hecho “oficialmente” política, sí la había ejercido en su definición más amplia y que más le gusta: trabajando de la mano de la población por un bien común. En eso tiene experiencia.

Ahora que ha entrado de lleno en el mundo de las candidaturas, las votaciones y la grilla, ha mostrado determinación. 

Abiertamente apartidista, afirma que nunca será militante de Morena y que los partidos políticos no construyen a los ciudadanos, porque estos se construyen a sí mismos. Y con un dejo de molestia dice que nunca ha estado orgullosa de los gobiernos que ha tenido México ni de sus partidos políticos.

Susana Harp señala también que Andrés Manuel López Obrador es “un gran líder mexicano”, que convence, y que si fuera música sería “un buen danzón para bailar”, pero que de ninguna manera es intocable. Más aún: que el pueblo de México es con o sin él.

Harp, insiste: “Mi interés en la política es trabajar por el bien común”. De hecho, dice que entró a la política – “ese mundo raro”, como también la ha nombrado parafraseando al gran José Alfredo- con el objetivo de lograr cosas que no logró con sus discos. 

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Toda su vida, Harp ha forjado su propia biografía. Algo difícil con ese apellido por el que, asegura, ha sido muchas veces discriminada. “Quiero que me conozcan, a Susana, por lo que he hecho”, ha repetido en varias cosas ocasiones. 

Psicóloga de profesión, Susana Harp es hija de Antonio Harp Abud, hijo menor de una familia de migrantes libaneses que encontraron cobijo en estas tierras. Su madre, Alicia Iturribarría Bolaños, es oaxaqueña. A él le debe el amor por su tierra y por las culturas –así, en plural- que conviven en Oaxaca. A ella, ser una persona congruente; esa fue la lección que le dio desde niña. 

Su tío es Alfredo Harp Helú, uno de los hombres más ricos de México, y su abuelo, Jorge Fernando Iturribarría, destacado periodista e historiador oaxaqueño. 

Respecto a su tío, preside la fundación filantrópica que lleva su nombre y que, entre sus objetivos principales está -según se lee en su página oficial-, “enfrentar eficientemente la pobreza y extender la generosidad entre los mexicanos”.

Con fuerte presencia en Oaxaca, la fundación cuenta con diversos recintos, como el Museo Textil de Oaxaca, el Museo de la Filatelia, la Biblioteca de investigación Juan de Córdova, la Biblioteca infantil de Oaxaca o la Biblioteca Andrés Henestrosa, por sólo mencionar algunos. 

En cuanto a su abuelo, Harp lo recuerda con admiración. De hecho, aún evoca aquella fotografía en donde, como diputado federal, se le ve dando un discurso en el pleno de la Cámara de Diputados.

Ella ha hecho lo propio en la Cámara de Senadores, donde con sus propuestas ha logrado elevar a nivel constitucional temas a favor de los indígenas: logró que los pueblos afromexicanos que viven en las costas de Guerrero y Oaxaca fueran reconocidos por primera vez en la Constitución. 

También luchó contra las “apropiaciones culturales” -plagios para decirlo llanamente- de las que son víctimas las artesanas y artesanos de Oaxaca. 

Sucedía que tanto las creaciones textiles, como cualquier otro elemento de su cultura (rituales, danzas, cocina, medicina tradicional) eran del dominio público y podían ser usadas sin permiso por cualquier empresa que quisiera lucrar con ese conocimiento, tal y como ocurrió hace unos días con la estadounidense Levi’s que quiso vender prendas con bordados mazatecas. Ahora, estas creaciones están protegidas al mismo nivel que una obra literaria o artística. 

En el caso de las creaciones textiles, lo que aún se busca es crear un “derecho colectivo”, que sería inédito en el mundo, que le dé a todos los integrantes de una comunidad el poder de decisión sobre cómo comercializar sus obras.

Dos éxitos más: consiguió el cambio a la Ley General de Desarrollo Forestal Sustentable para defender los bosques que rodean las áreas conurbadas, armonizando la legislación internacional con la mexicana.

También triunfó en la modificación a la Ley General de Bibliotecas, con la cual estos espacios para la lectura, serán también centros de cultura comunitaria, ampliando su alcance a más sectores de la población.

Sobre su trabajo legislativo, Harp ha mencionado: “He buscado condiciones de mayor justicia e igualdad para todas y todos; proyectos que promueven los valores de la democracia, la protección del ambiente, el respeto a nuestras culturas, y así contribuir a sacar de la invisibilidad y el constante retraso a nuestras comunidades”.

II

¿Quiere ser gobernadora de Oaxaca?, se le ha preguntado a Harp en diferentes ocasiones. 

La respuesta ha cambiado con el paso del tiempo. 

Primero fue: “No puedo pretender volar cuando estoy aprendiendo a caminar”.

Después: “¡Zapatero a tu zapato! Ahorita mi lugar está en el Senado de la República”.

Más tarde: “¡Aquí vamos! Voy por la gubernatura de Oaxaca”.      

Se explica: “No voy a desaprovechar la oportunidad que se me presenta. Quiero seguir mi intuición, lo que diga mi corazón. Sería muy cómodo para mí quedarme en el Senado otros tres años; prefiero tomar este reto”, ha dicho en diversas entrevistas. 

Gobernar un estado es “arena muy ruda”, con posibles conatos de violencia, pero, dijo, está dispuesta a asumir los retos para lograr unidad en la entidad. “Oaxaca es maravilloso y al mismo tiempo muy complejo. Lo conozco bien”, ha reconocido Susana Harp.

Por lo pronto, es una de las aspirantes de Morena para gobernar el estado. La preferida de la gente, según las encuestas, y también del propio presidente López Obrador. Ahora mismo nadie podría frenarla.

Susana Harp Iturribarría, la cantante, madre y política apasionada, vive buenos días. Ha asegurado que “la 4T en Oaxaca la consolidarán las mujeres”. Y ella no miente