El reto de aprender a ver la realidad y traducirla a escala

Félix Hernández

“Siempre fui un niño muy retraído y muy lúdico. Así que estando solo en mi habitación me gustaba mucho crear universos propios con mis juguetes”, dice en entrevista el fotógrafo, modelista y artista digital Félix Hernández, quien ahora, a sus 49 años, no ha dejado de jugar con sus carritos y figuras de acción de sus películas favoritas.

Nombrarlos “carritos” es un despropósito; realmente son autos a escala que Hernández utiliza en sus fotografías para campañas publicitarias de clientes como Audi, BMW, Volkswagen, Land Rover, Nickelodeon y Mattel. Lo que no es un desatino, es afirmar que continúa jugando como cuando era niño, porque si algo defiende de su proceso creativo es la diversión y el placer que le genera.

Se divierte lo mismo cuando trabaja para un cliente internacional o cuando, por gusto personal, hace fotografías inspiradas en las películas de aventuras con las que se maravilló en los años ochenta, como Back to the future, Ghostbusters o Star Wars; el DeLorean, la vagoneta cazafantasmas y los odiosos stormtroopers lucen envueltos en aquello que bien podemos llamar “magia fotográfica”.

Y entonces tenemos que Hernández no ha dejado de jugar en todos estos años. Los juguetes se han hecho un poco más caros, pero es lo único. Los otros aditamentos que necesita para crear sus atmósferas son baratos y están en la alacena de su cocina o en cualquier ferretería.

Además de su equipo fotográfico, tripiés y lentes, en su estudio hay ingredientes que bien servirían para preparar un pastel -harina, polvo para hornear, miel, azúcar glas- o que se utilizan en la construcción: pegamento, unicel, alambre, cemento. Todo sirve al momento de recrear paisajes desérticos o nevados, en la playa o en modernas ciudades. Después, un poco de humo de cigarro por aquí, algo de agua por allá, unas flamitas con el encendedor, iluminación con lamparitas LED, y listo.

El resultado es una fotografía que, por sus detalles y realismo, bien pudo haberse tomado en un paisaje exterior con un automóvil real. Y esa es justo una de sus principales cualidades: no nos vende miniaturas, sino escenarios realistas que además nos cuentan una historia. Todo creado en su estudio y sobre su mesa de trabajo.

Más importante que lo técnico, es lo conceptual, lo que te cuenta una historia, dice Hernández.
Más importante que lo técnico, es lo conceptual, lo que te cuenta una historia, dice Hernández.

Con publicaciones en numerosas revistas especializadas como Top Gear, Docma Germany y Digital Camera, y premios internacionales que avalan su trabajo -El ojo de Iberoamérica (2019, Argentina), Círculo de Oro (2020, México), World Photographic Cup (2020, Italia)-, Hernández no deja de experimentar y de fijarse nuevos retos.

Pero, ¿cómo se inició en la fotografía a escala? Con una formación de diseñador gráfico, Félix comenzó su camino profesional hace 15 años en agencias de publicidad. “Ahí trabajé mucho con las ideas”, dice vía telefónica desde Cancún, donde vive con su esposa y sus dos hijos.

Posteriormente, con algunos conocimientos que tenía en fotografía y postproducción, se apasionó con la cámara y con la posibilidad de trasladar a una imagen las ideas bosquejadas en papel. Primero probó con modelos y paisajes; después, con objetos… hasta que en 2015 experimentó por primera vez con juguetes.

“Mi esposa debía viajar a Puebla, así que me quedé en casa con mis hijos. En ese encierro comencé a fotografiar comida, objetos de cocina, lo que encontrara, hasta que se me ocurrió tomar los juguetes de mis hijos”.

En ese momento le llegó una especie de revelación. “Me di cuenta que por ahí era el camino. Comenzó como un juego y resultó tener muy buen eco entre la comunidad fotográfica y entre los futuros clientes, a los que les llamó mucho la atención. Es curioso ver cómo mi infancia lúdica me ha formado y ha influido en mi trabajo”, menciona.

Una cosa fue llevando a la otra. Los juguetes se convirtieron en modelos a escala, y la experimentación lo llevó a los terrenos del modelismo con la realización de escenarios; también se especializó en efectos de cámara, perspectivas y en esquemas de iluminación. Dejó la agencia en la que trabajaba y decidió impulsar su proyecto, que bautizó como Hernández DreamPhography.

Hernández da los toques finales al escenario que ha creado en su estudio.
Hernández da los toques finales al escenario que ha creado en su estudio.

“Me di cuenta que pude comunicar conceptos e ideas. Ese fue el comienzo de mi fotografía. Formé mi propio lenguaje. Aunque, por supuesto, esto no es nada nuevo; se hacía mucho antes de la fotografía digital, sólo que ahora se ha desarrollado con otras técnicas”.

Lo primero que realizó a escala fue su ahora famoso “Coche del amor” para Retouched Magazine. “Durante el proceso de creación aprendí un montón de técnicas nuevas, y eso es lo bueno de hacer algo que nunca antes habías hecho”. A partir de entonces, su ascenso fue meteórico.

– ¿Cuáles son los aspectos más importantes en una fotografía a escala?

-Son dos: el técnico y el conceptual. En lo personal, lo más importante es lo conceptual, lo que te cuenta una historia. Técnicamente, la fotografía puede estar bien hecha, muy bonita, o incluso no ser tan agradable a la vista, pero cuando el concepto es fuerte, creo que es mucho más poderoso que la parte técnica. Desde luego, siempre trato de combinar ambas en mi fotografía, aunque no siempre lo logre.

Hablando de la parte técnica, es cuestión de experimentar todo el tiempo, al menos desde que empecé a ver este mundo a escala. Traté de llevarlo a un plano más realista: qué lentes me pueden dar tal efecto, a qué distancia hay que estar de los objetos, qué tamaño deben tener estos. Se requiere, desde luego, una parte técnica para lograr esta perfección, este juego visual de que algo pequeño parezca algo más grande. Si pudiera resumirlo en un concepto, diría que se trata de cuidar mucho tu profundidad de campo.

-Al ver tu proceso creativo, colocando elementos, creando atmósferas, resulta que eres un artesano. En esencia, tu trabajo es manual.

-No estoy peleado con el mundo digital. Me encanta. La mayoría de mis fotografías tienen manipulación digital en cierto grado, algunas más, algunas menos. Para mí lo importante no es tanto la técnica -si llegas a ella a través de manipulación digital o 3D-, sino el mensaje que estás dando. También se debe a que disfruto mucho retándome a mí mismo.

Una vez que entras a este mundo a escala lo empiezas a ver todo con otros ojos y empiezas a preguntarte: “¿Cómo puedo representar cierto terreno con elementos cotidianos?”. Uno de los primeros encargos que tuve fue de una revista, en la que me pidieron que hiciera algo muy creativo, pero sólo con lo que tuviera a la mano.

A mí me encanta ir a las tiendas comerciales y ver qué me puede servir. Para hacer nieve, por ejemplo, elijo azúcar glas, talco o harina. Es aprender a ver la realidad y después traducirla a escala; es un juego experimental. Aunque se acumula experiencia, realmente no hay una fórmula, porque siempre te encargan cosas diferentes. Hace un momento me volvieron a poner en jaque. Así funciona esto.

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Recuerdo un encargo que me hicieron de Land Rover: querían que la camioneta estuviera en la Luna. Fue un reto saber cómo hacer los cráteres. Acabé utilizando elementos muy simples como cemento blanco y gris, y unicel. Los cráteres los hice con formas cóncavas de metal que calenté, de tal manera que me quedaran semicírculos perfectos.

l Coche del amor que realizó para la revista Retouched Magazine.
l Coche del amor que realizó para la revista Retouched Magazine.

-Platícame tu colaboración con Audi. Leo que con tu trabajo la empresa se interesó por primera vez en la fotografía a escala. ¿Cómo fue el contacto?

-Me hablaron de Audi Alemania y Medio Oriente, y me pidieron que trabajara completamente de manera analógica, que no hubiera más que corrección de color. Utilicé la técnica de “Perspectiva cortada”. Fui a una playa cercana y empaté el horizonte real del paisaje con un pequeño escenario que había preparado: arena con un poco de agua. La luz fue natural. Realmente fue sencillo.

Me contactaron luego de que publiqué mi fotografía del “Coche del amor”. Además de la fotografía, compartí mi método de trabajo y esa fue la mejor publicidad; esa ha sido la clave de mi éxito.

– ¿Tienes un equipo de trabajo o lo haces todo tú solo?

-En la agencia Matatema para la que trabajaba éramos varios. Pero en Hernández DreamPhography siempre trabajo solo. En algunos proyectos he trabajado con otros artistas, pero la parte de la producción de los escenarios, los modelos a escala, la postproducción, la edición, todo lo hago yo. Lo disfruto porque aprendo mucho.

-Dentro de la fotografía a escala, ¿cuáles dirías que son tus principales influencias?

-Me influye un poco de todo. Evidentemente sí traigo un lenguaje visual de los años 70 y 80 y particularmente del cine. Crecí con películas como Star Wars, Volver al futuro, Ghostbusters, Indiana Jones. Sin duda alguna, todas ellas despertaron mucho mi imaginación. Siempre fui un niño retraído, muy lúdico, que creaba universos propios con mis juguetes. Pero la inspiración puede venir en una canción, un paisaje, o la historia que me cuenta un amigo.

Hablando de influencias, dos han sido muy claras: la del ilustrador argentino Alejandro Burdisio (Burda) y la del artista digital holandés Adrian Sommeling.

– ¿Cómo podrías describir a Félix Hernández a alguien que no lo conozca?

-Siempre es difícil definirse a uno mismo. Diría que como alguien apasionado, soñador, terco, a veces malhumorado y solitario. Sé que no soy el mejor fotógrafo, pero sí reconozco que mi fortaleza es que puedo abordar diferentes disciplinas y crear algo, y eso me da una ventaja competitiva.

En todos estos años he aprendido a romper mis miedos. Durante muchos años tuve miedo a volar. Me ponía muy mal, me sudaban las manos, hasta que un día, realizando unas fotografías trepado en una avioneta, pude superarlo. Sentí una sensación de libertad increíble, y me hice adicto a esa sensación. Cada reto profesional que llega me da miedo, pero al mismo tiempo es lo que me impulsa.