Casa de la Literatura Gabriel García Márquez abrirá sus puertas a mediados del 2022

Casa de la Literatura Gabriel García Márquez

A siete años de que falleciera el escritor colombiano y premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, el hogar que habitó con su esposa Mercedes en el Pedregal de San Ángel desde 1975; se alista para convertirse en la Casa de la Literatura Gabriel García Márquez.

El jardín de la casa ha sido bautizado como Place Gabriel García Márquez, como lo anuncia un letrero idéntico al que cuelga de un poste en el séptimo distrito de París, entre Rue de Montalembert y Rue du Bac.

 

«Hombre de letras colombiano. Ganador del Premio Nobel de Literatura», declara, en francés, la placa que honra al autor, uno de los primeros objetos que atrapan la vista al entrar a la residencia en el Pedregal de San Ángel.

Fue precisamente ahí, en ese jardín, donde «Gabo» y su esposa, Mercedes Barcha, posaron todavía en bata para la lente de su hijo Rodrigo, en una célebre polaroid tomada la mañana del jueves 21 de marzo de 1982, cuando la Academia Sueca los desmañanó con la buena nueva.

Las sonrisas amplias del retrato, de una de las parejas más famosas de la literatura latinoamericana, de alguna forma establecen el tono de lo que los admiradores del autor han podido imaginar sobre la vida en esa casa, hasta ahora cerrada para preservar la intimidad de sus habitantes.

«Para mí, Gabo y Mercedes eran muy mágicos», recuerda Emilia García Elizondo, nieta del matrimonio y directora del espacio que ahora ha pasado a llamarse Casa de la Literatura Gabriel García Márquez.

Se tiene estimado que a mediados del próximo año, todo lo que resguarda esta morada; como su biblioteca o estudio, será compartida con el público en general, se proyecta, a mediados del próximo año.

«A Gabo le encantaba sentarse con sus amigos a hablar de literatura, entonces para nosotros es muy importante seguir eso, que sea un lugar donde se pueda hablar de literatura de todas las maneras posibles; ya sea un taller, una plática, una presentación de libro, una lectura, cosas de ese tipo que creemos que son un poco continuar con lo que Gabo empezó», apunta.

«Pienso que entrar al clóset de alguien es no como algo prohibido, pero sí digamos que es un lugar muy íntimo», reflexiona García Elizondo; quien pasó varios meses revisando las prendas, una a una, entre el recuerdo y el cariño.

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Asomarse al interior de la sala donde están dispuestas las piezas produce una sonrisa instantánea; pues, aunque las prendas estén colgadas en percheros y soportes para ropa; o cuidadosamente dobladas en mesas, todo es inconfundiblemente Gabo.