Alfarería, arte que preserva Petra Mejía en San Pedro Jicayán, Oaxaca 

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Doña Petra Mejía dice sentir pasión por el barro.

Son más de 40 años los que Petra Mejía ha dedicado a la alfarería, una actividad que con el paso de los años va perdiendo interés por parte de las nuevas generaciones de las comunidades indígenas de Oaxaca.

Sin embargo, hoy el barro forma parte de su vida y no se imagina así misma sin tocarlo, mojarlo, amasarlo y dar forma a hermosas piezas que terminan en el fogón de las cocineras tradicionales que las ocupan para seguir preparando esos platillos ancestrales.

Petra es originaria de San Pedro Jicayán, un municipio de la Costa oaxaqueña donde se dedica a crear y comercializar piezas de uso cotidiano como los comales utilizados para cocer las tortillas, ollas para cocinar los frijoles o cántaros y tinajas para guardar el agua que se consume diariamente.

Pero las piezas creadas con sus manos mágicas no solo se utilizan en la cocina, sino que también son exhibidas como las obras de arte que son, a través de floreros, fruteros o servilleteros, en bodas, XV años, bautizos o fiestas de gran importancia para la comunidad.

Petra dice que el barro la encontró cuando ella más lo necesitaba: cuando buscaba una forma de obtener “unos pesos para poder comer”, y desde ahí no lo deja, porque, además, sus obras son muy solicitadas por los habitantes de su pueblo, pero también de otras localidades vecinas que no trabajan la alfarería.

Mientras amasa el barro, luce llena de energía, y cuando empieza a darle forma a su piezas no faltan las sonrisas en ese rostro que deja ver la pasión con la que hace esto que para ella ya no es trabajo.

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En la comunidad de San Pedro Jicayán, Petra es motivo de orgullo, porque es de las pocas mujeres que se dedican a la alfarería, pues como ella misma lo dice: es un trabajo pesado y poco remunerado.

Aunque en las familias se acostumbra a transmitir el conocimiento a hijos o nietos, en su caso no es así, porque sus hijos no tuvieron el interés de adentrarse a este trabajo, sus nietos están lejos y, por lo tanto, no puede transmitirles la pasión por el barro.

Pero eso no la detiene, ya que enseña un poco de lo mucho que sabe a los estudiantes de las escuelas que la visitan.

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Al sentarse en el centro de sus creaciones y admirarlas, Petra se pierde entre decenas de floreros, cántaros, vasijas y demás piezas artesanales, que esperan ser adquiridas por diversas personas de la región o por uno que otro visitante nacional y así cada obra seguirá transmitiendo el legado de esta tradición que nos han dejado nuestros antepasados.