A 40 años de su muerte, Parménides casi olvidado

A 40 años de su muerte, Parménides casi olvidado
Parménides García Saldaña.

Los que lo conocieron lo recuerdan como un hombre apasionado y rebelde, como el eterno disidente que vivió lleno de excesos, sin preocuparse nunca por cosas tan insípidas como la fama y el dinero. Aún más. Lo evocan como aquel marginado que encontró en el rock, las drogas y el alcohol sus más grandes placeres… hasta que se le escapó la vida en medio de un viaje rocanrrolero cuando tenía apenas 38 años.

Se trata de Parménides García Saldaña (1944-1982), un joven escritor que hoy pocos conocen, a pesar de que su obra significó un rompimiento con la literatura mexicana, que se empeñaba en seguir narrando los ya rancios pasajes revolucionarios, y que prefiguró el ambiente de violencia que sufrirían los jóvenes en 1968.

Con apenas cuatro obras publicadas, Parménides logró inyectar aire fresco a las letras de nuestro país al imprimir en sus textos un lenguaje desenfadado, mediante el cual narró las peripecias de sus jóvenes protagonistas durante sus primeras experiencias amorosas y sexuales. Pronto fue conocido como como el máximo escritor de la onda, junto con José Agustín, Gustavo Sáinz y René Avilés Fabila.

No obstante, su figura ha sido ninguneada por críticos y editores al grado de que ahora, a 40 años de su muerte, sólo se consigue su libro de cuentos El rey criollo (Joaquín Mortiz).

Su ensayo En la ruta de la onda (1972) y su poemario Mediodía (1975) no han vuelto a editarse desde que fueron publicados por el sello Diógenes, creado por Emmanuel Carballo y Rafael Giménez Siles. La novela Pasto verde (1968) ha corrido con mejor suerte: en los últimos años ha sido reeditada por tres sellos diferentes: El viaje (2008), Jus (2011) y Viceversa Editorial (2015).

Asimismo, decenas de ensayos, artículos, reseñas de música y entrevistas, que publicó en los periódicos Ovaciones, Excélsior, y en la revista Piedra Rodante están en espera de que alguien los reúna en un ejemplar. Todo lo demás en la vida del escritor son vivencias y cientos de anécdotas no comprobables.

Se puede decir que su condición marginal se mantuvo todo este tiempo. Y es que su fallecimiento, ocurrido el 19 de septiembre de 1982, sólo mereció dos pequeñas notas publicadas en Excélsior y Unomásuno. Y ahora, ni quién lo recuerde en los medios impresos.

Desoladores abismos

Nacido en Orizaba, Veracruz, la obra de Parménides muestra una irreverencia desenfadada que criticó sin temor su entorno social. Así lo reflejaba en el lenguaje que utilizaba. Él mismo decía:

“El lenguaje de los barrios bajos es escudo y puñal; afrenta, reto, desafío a las buenas costumbres y defensa de costumbres prohibidas. Diferencia de un mundo que vive en la aventura y de otro que niega toda posibilidad de vivirla”.

Él fue del primer mundo, y es que lo que le apasionaba era rolear todo el día con sus cuates. Tomarse una chela, escuchar buen rock y escribir mucho. “Escribo todos los días, de lo contrario ya hubiera muerto”, mencionó alguna vez Parménides, uno de los primeros críticos de rock de nuestro país.

Así, a su amor por la literatura, le agregó su pasión por el rock de Bob Dylan, Janis Joplin, Doors, The Kinks y, sobre todo, de The Rolling Stones.

Enrique Montes García afirma en su libro Parménides: rey criollo, rey de la onda: “El rock y el blues o el blues y el rock fueron otras de las razones y pasiones de Parménides. A ambos géneros musicales dedicó casi la totalidad de su obra. Personajes, vidas, situaciones, atmósferas, amores, desamores, alegrías y tristezas, dichas y sufrimientos, están envueltos, cobijados, y se visten de rock y blues.

“De igual manera, viven simbióticamente alcohol-drogas-sexo-amor-desamor-soledad. Pasto verde y El rey criollo revelan el mundo de una generación que, inocente tal vez en sus principios, sería a la postre la simiente social del gran estallido contestatario del 68”.

En aquellas obras, asegura José Agustín, había “atmósferas que sugerían imágenes de distintos y desoladores abismos de la búsqueda, frustrada y frustrante, del amor como meta inmediata en la vida juvenil”.

Y es que, aunque irreverentes y agresivos, la verdad es que sus cuentos se leen ahora como los de un chavo fresísima que con una cerveza en la mano se sentía sumergido en la peor decadencia. Pero eran otros tiempos, en los que escuchar a los Rolling Stones era algo verdaderamente subversivo…

Sobres los dos libros, dijo Parménides: “Pasto Verde funcionó como catarsis. Tenía que decir ese momento de mi vida y lo dije. Además, anticipa una época: la rebelión juvenil. La escribí en 67 y se publicó en 68. En cuanto a El Rey criollo es mi primer orgasmo en la literatura”.

Tragado por la locura

Mientras la seguía rolando con los cuates, su consumo de alcohol aumentó cada vez más, hasta llegar, a decir de José Agustín, “a niveles teporochescos”. Sin empleo fijo, sin dinero y viviendo en un pequeño cuarto que sus padres le habían comprado en Anatole France 90, en Polanco, Parménides se dejó a la deriva.

El parte médico asegura que murió de una pulmonía mal cuidada. Era domingo y estaba completamente solo. En su cuarto había únicamente una cama y una mesa. El expediente indicaba además que Parménides había ingerido siete copas antes de morir. “El mismo día de su fallecimiento, el dominical suplemento de Excélsior -Diorama de la Cultura- publicó un artículo suyo titulado “Marxistas y marxianos”, que ya no vería impreso, y una semana después, el 26 de septiembre, la que sería su colaboración post mortem: “De Calvino a Shakespeare”, detalla Montes García en su ensayo.

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Ha lamentado José Agustín: “Fue una lástima que se lo tragara la locura, porque habría sido fascinante ver cómo desarrollaba su propio mito”. La verdad es que lo bueno de Parme apenas estaba por venir…